El pais
SUSCRÍBETE

Terror en el sur

Fueron impactantes los videos de los atropellos causados en el interior de la Universidad del Valle y en su entorno. Como bien lo describió Diego Martínez Lloreda, el problema de acostumbrarse a estos desmanes...

5 de abril de 2019 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

Fueron impactantes los videos de los atropellos causados en el interior de la Universidad del Valle y en su entorno. Como bien lo describió Diego Martínez Lloreda, el problema de acostumbrarse a estos desmanes es que en principio no se perciben los incrementos de violencia y solo nos damos cuenta tarde, cuando la barbarie se adueña de los espacios públicos.

Un espectador desprevenido difícilmente imagina que esas imágenes son en Cali. Tanto odio y agresividad no es compatible con el carácter estudiantil. Los destrozos a las patinetas no coinciden con la vocación de las nuevas generaciones de tener medios de transporte no contaminantes. Un delincuente disparando con un tatuco hacia el helicóptero de la Policía nos traslada a los peores momentos del Medio Oriente y no al sur de Cali. Lo peor, dos personas jóvenes muertas en los últimos días, ligadas con la elaboración de artefactos explosivos, nos muestran el espíritu sanguinario que está animando a los organizadores de las marchas violentas.

Toda esta cadena delincuencial afecta no solo a la Universidad del Valle, al comercio y a la tranquilidad del sur de la ciudad, cada vez más habitado y sede de gran parte de los colegios y universidades de la región. Las consecuencias de estas arremetidas pueden terminar generando desgracias insospechadas si no se les pone freno.

En la mayoría de ciudades del mundo, vivir cerca de las universidades hace parte de un ambiente encantador. Es estar cerca a la cultura, a los conciertos, a la educación continuada, a la alegría del espíritu juvenil, a los alquileres de apartamentos y habitaciones, a los restaurantes y bares más acogedores y descomplicados. Eso quisiéramos con nuestras universidades, no la prevención por su relación con delincuentes y terroristas.

Lo más triste es el papel de idiotas útiles de la mayoría de los estudiantes. Creyendo que se solidarizan con la causa indígena, terminan compartiendo con infiltrados que no temen asesinar policías, atacar la población civil, dañar el patrimonio ajeno. Al final quienes van a la cárcel no son los encapuchados sino los idealistas idiotas que terminan envueltos en causas penales insalvables.

Se requieren mano fuerte, inteligencia, estímulos a la delación y un gran esfuerzo de reflexión al interior de la Universidad.

AHORA EN Eduardo Jose Victoria Ruiz