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Memorias de un pesimista

Con este título, Alberto Casas Santamaría nos trae un recuento de su vida, pero no como una biografía insulsa o pedante, sino bajo la mirada del periodista, publicista, diplomático, ministro y amigo de muchos personajes trascendentales en el devenir nacional.

23 de octubre de 2020 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

Con este título, Alberto Casas Santamaría nos trae un recuento de su vida, pero no como una biografía insulsa o pedante, sino bajo la mirada del periodista, publicista, diplomático, ministro y amigo de muchos personajes trascendentales en el devenir nacional.

Con la combinación del análisis histórico serio y ese humor cachaco que lo ha hecho un personaje ameno y apreciado por su audiencia, Casas nos trae su visión de la violencia política, desvirtuando muchas de las teorías partidistas que parten de 1948 y que crearon mitos tan perversos como el pavor a Álvaro Gómez Hurtado, privando a Colombia de haber tenido con seguridad, uno de los presidentes más estructurados de su historia.
Los detalles relativos a la muerte de Gaitán y la probidad del jurista vallecaucano Ricardo Jordán Jiménez, amigo del dirigente inmolado y designado por el presidente Ospina Pérez para investigar el crimen, son destacados en el libro.

Obviamente Casas reconoce su proximidad a los Gómez, derivada del gran aprecio entre su padre, Vicente Casas Castañeda, y Laureano Gómez. Esa relación quedó plasmada en una recordada foto: Laureano, en la soledad del presidente caído, el 13 de junio de 1953, en el aeropuerto rumbo al destierro, acompañado únicamente por su amigo Vicente quien lo cubre con su paraguas. El mejor retrato de la lealtad.

Casas Santamaría considera que la controversia entre el ‘Sí’ y el ‘No’ está lejos de ser un debate surgido en el gobierno Santos pues, según él, desde 1810 la polarización ha sido una constante que ha limitado emprender caminos de grandeza colectiva. “Sobreponemos las diferencias ideológicas o de cualquier tipo para desafiar al contradictor, en vez de acordarse en torno a una conveniencia superior”. Las reflexiones sobre cada etapa de su vida son aleccionadores, los ministerios, la embajada de Venezuela, su viudez, María Emma Mejía, con esa independencia de ser escritas por un hombre que a sus 76 años y una trayectoria de servicio y decencia puede decir todo lo que tenía guardado, en un estilo coloquial, carente de pretensiones.

Mañana a las 6:00 p.m. presentaremos esta obra en la Feria del Libro de Cali y allí el autor nos responderá sobre los límites de su pesimismo, su opinión sobre las noticias recientes referentes al crimen de Álvaro Gómez y otros detalles que hacen parte del ‘despelote nacional’, como él lo dice muy a su manera.

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