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La parábola de la abeja

Cada día, pero lamentablemente con tardanza imperdonable, la abeja ha adquirido tal reconocimiento y dimensión en su aporte, que muchos consideran que su extinción es el preámbulo del fin de la humanidad.

12 de octubre de 2018 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

Cada día, pero lamentablemente con tardanza imperdonable, la abeja ha adquirido tal reconocimiento y dimensión en su aporte, que muchos consideran que su extinción es el preámbulo del fin de la humanidad.

No es solo la miel, el edulcorante de muchas poblaciones humanas; ni la crisis de la apicultura, actividad en la cual hay millones de personas vinculadas. El drama está en la ausencia de polinización.

La FAO ha planteado que 100 especies de cultivos proporcionan el 90% de los alimentos de todo el mundo. De estos, 71 son polinizados por abejas.

En un solo año, hace un quinquenio, la población de abejas en Estados Unidos disminuyó un 60%. Lo usual después de los duros inviernos era una disminución entre el 5% y el 10%. Hay cultivos e industrias que ya sufren las consecuencias, como el girasol en España.

¿Que está ocasionando este desastre? Lo más impactante, los pesticidas. En el caso de las abejas, los neonicotinoides, los cuales producen una mezcla que interfiere en los circuitos de aprendizaje del cerebro de las abejas, haciéndolas lentas para asimilar y desmemoriadas. Es así como olvidan la relación entre los aromas florales y la comida. Triste final para tan generosa hermana, como diría San Francisco.

Esa causa no es la única, también los ácaros parásitos en los cuerpos de las abejas, el cambio climático que altera las lluvias y la contaminación del aire.

Sin embargo, ¿a qué hora aprendimos tanto de abejas? ¿Desde cuándo nos preocupan sobremanera y apreciamos su rol extenso en favor de la humanidad? Desgraciadamente, al final. Evidentemente, hemos sido ingratos y carentes de reconocimiento y previsión.

¿Estamos a tiempo de salvarlas? Es posible con un cambio grande de comportamiento especialmente en la agricultura. Pero la reflexión final está inspirada en la abeja: ¿A cuántas personas solo las valoramos cuando están a punto de partir de nuestras vidas? No es justo que sea necesario estar en peligro de desaparecer para apreciar cuánto aportan en nuestras vidas las personas fuentes de luz, de amor, o incluso quienes trabajan para nosotros o ciertos clientes y proveedores claves.

Que la ausencia de muchos de quienes nos rodean no nos prive sorpresivamente como la abeja, de apreciar su bondad o de disfrutar su miel.

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