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El mompa celular

“yo no me puedo morir dejando ese HP celular y que todo el mundo lo vea! ¡Debo regresar a la vida!”.

16 de abril de 2021 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

La siguiente historia es real y quienes somos amigos del personaje recordamos el episodio: un alto ejecutivo costeño nos relató el impresionante dolor precordial que lo obligó a desplazarse a una clínica de Cartagena. En el camino fue perdiendo el sentido y llegó prácticamente muerto a urgencias.

Jairo, así lo llamaremos, nos recuerda cómo fue de impactante sentir a médicos y enfermeras tratar de salvarle la vida. Todo era inútil a pesar de las carreras y esfuerzos del personal de salud. De pronto fue viendo un túnel y más allá una luz fuerte. El final había llegado. Recordó a su madre que lo lloraría, a su hijo adolescente, a su esposa… y cuando recordó a su señora, simultáneamente se le vino a la mente que había dejado ¡el celular abierto!, ¡no puede ser!, “yo no me puedo morir dejando ese HP celular y que todo el mundo lo vea! ¡Debo regresar a la vida!”.

Fue así como Jairo empezó a ver la luz apagarse, el túnel diluirse y la voz de las enfermeras que se abrazaban con los médicos porque habían salvado a Jairo. Pero Dios y Jairo sabían que el verdadero salvador fue el celular. Su primera expresión quejumbrosa fue “¡llamen a mi hermano y que me traiga mi celular!”.

Esta historia real vino a mi mente con la publicación de la sentencia del Tribunal Superior de Bogotá sobre la disminución de la pena a un hombre que agredió a su señora porque esta le quitó el celular para revisarle las llamadas por WhatsApp. El tribunal opinó que “ obró en legítima defensa de un bien jurídico tutelado como es el derecho a la intimidad”.

Obviamente no apoyo al agresor pero si les pido a todas las parejas del mundo que entiendan que el celular es el archivo de expresiones, proyectos, diálogos, contactos, que los demás no tienen por qué conocer.
No comparto con nadie mi celular porque no entenderían por qué trato con afecto a quienes hicieron parte de mi pasado, pues no tendré como agradecer los días y las noches vividas; no tengo cómo explicar por qué no soy perverso con quienes no han sido buenas personas conmigo ni tampoco por qué, sin yo ser rico, comparto bienes materiales con otros. Me queda muy difícil hacer entender que no vine al mundo para ser rico, sino para ser feliz y amar y servir hacen parte de mi felicidad.

En el fondo de cada celular no hay un cúmulo de infidelidades, sino una biblioteca de sentimientos recónditos cuya intimidad defendemos a toda costa. Y por eso también respetamos el celular de los demás.

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