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El domingo aquel

Fue un día de una sensación rara. Sí, en Colombia se celebraba el Día del Padre, pero como también era jornada de fútbol, mejor quedarse en casa.

29 de junio de 2018 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

Fue un día de una sensación rara. Sí, en Colombia se celebraba el Día del Padre, pero como también era jornada de fútbol, mejor quedarse en casa. Los restaurantes son aburridores cuando hay esos eventos multitudinarios como el Día de la Madre (el del Padre es menos celebrado, pero también hay congestión) y con la selección Colombia jugando, peor aún.

El programa en la mayoría de las casas fue sencillo. Buen fútbol desde temprano. Cervecita u otro licor; almuerzo hecho en casa o se pidió a domicilio pollo o pizza, y la familia unida pasó el día feliz. ¿Qué hizo diferente aquel domingo 24 de junio?

Evidentemente el partido de la Selección de fútbol representaba un propósito nacional. Por lo menos en Colombia así lo vemos. Los jugadores representan las diferentes regiones y culturas del país. Un gol de Yerry Mina es la exaltación de Guachené, tan cerca de Cali pero tan lejos de la paz y el progreso. Falcao es la superación frente a la adversidad y así cada uno representa algo de lo nuestro. Su desafío es la esperanza colectiva; su triunfo cobija a todo un país. Por eso los acompañamos y nos gozamos cada victoria, parida desde el esfuerzo.

Pero ese domingo, era también el primer domingo después de las elecciones presidenciales. En medio de las expectativas que hay sobre Duque, la influencia exagerada o no de Uribe, la calidad de gabinete, el manejo que le dará al acuerdo de paz, su relación con la oposición, etc., el Presidente electo genera por lo menos en esta etapa un ambiente de confianza y esperanza. Hay un receso en el conflicto político, así que el ambiente es de una concordia que yo desearía que fuera permanente, pero no quiero ilusionarme en vano.

A esa sensación de esperanza producida por la expectativa de un nuevo gobierno y los triunfos en el fútbol, solo le faltaba el ingrediente de compartirla con la familia, en especial con nuestros hijos o con nuestros padres en su día. Al final vemos como es de fácil darle felicidad a un país: la esperanza de gobiernos trabajadores y honestos, el deporte como reto periódico para unir las ilusiones de una nación y tener cerca a quienes queremos.

Con frecuencia nos enredamos en darnos esa merecida posibilidad.

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