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El cohetito de Trump

Recientemente han aparecido unas dagas impensables hace un tiempo: las amantes comentando los detalles sucedidos bajo las sábanas.

30 de noviembre de 2018 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

Durante muchos siglos la reacción contra los famosos corría por cuenta de sus enemigos políticos. Esa batalla se daba en el ring de las ideas, del comportamiento ético, de la ineficiencia administrativa o en los estilos gerenciales o personales.

Usualmente los abogados y los asesores de imagen defendían su cliente, pero recientemente han aparecido unas dagas impensables hace un tiempo: las amantes comentando los detalles sucedidos bajo las sábanas. Arma terrible y que golpea donde más duele, gráficamente, golpes bajos.

Lo más tenaz es que allí no caben los abogados ni los comunicadores porque la controversia no es sobre elementos contables o jurídicos, sino sobre el desempeño amatorio o descripciones de partes del cuerpo que no favorecen a su titular.

En el caso del presidente Trump, el caso debió ser muy duro porque el ego de este es directamente proporcional a las curvas de Stormy Daniels, la actriz porno quien estuvo con el magnate en el 2006 y según ella, en su libro ‘Full disclosure’, tuvo un encuentro íntimo que duró entre dos y tres minutos, que definió como “uno de los menos impactantes de su vida”.

Lo describió como un besador terrible y su falo, para no entrar en detalles, ella lo comparó por su forma con un “hongo venenoso”.

El conocido animador de TV gringa Jimmy Kimmel le llevó a su programa una docena de réplicas de setas de madera, para que Stormy señalara el más parecido. La conclusión es que a Trump se le pueden envidiar muchas cosas, pero el honguito, dejémoselo sólo a el.

Asombra la frialdad con la que ciertas amantes destapan esas cartas. Una mezcla de ambición económica con sed de venganza.

En el caso de ellos, protegidos siempre por el dinero, el poder y arsenales, debe ser tenaz que un día sientan que todo eso es prestado y que en una comparación con los demás de su especie, quedan por debajo.

Ellos no están acostumbrados a eso. Les explicarán a sus amigos que con esas novias pasajeras no se pierde tiempo en besar bien ni en amar lentamente. Son un trofeo más.

Pero esa explicación no se puede dar en la casa, donde el todopoderoso lanzacohetes llega acobardado y sin argumentos ante una Melania que seguramente lo ignora con una arisca ojiva nuclear bajo su falda.

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