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De Mafalda a Beatriz

Así se fue consolidando una amistad de muchos años en los cuales cada vez admiro más su lucidez, generosidad, apetito intelectual y amplitud mental a tal punto que siento que es la más joven de mis amigas

4 de junio de 2021 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

Leía sus columnas desde mi adolescencia y siempre me causó gracias que esa señorona que escribía con tanto criterio y fortaleza, adoptara el seudónimo de la carismática niña precoz, que nacida en Buenos Aires, reflejaba el alma inconforme de millones de lectores. Después tuve la fortuna de conocerla y me acompañó en Hoteles Estelar en la ejecución de un sueño: darle cobertura nacional al avistamiento de ballenas que impulsamos en el Hotel Estación de Buenaventura.

En cada temporada traíamos lo más representativo del periodismo nacional, pues a Beatriz López, mi Mafalda local, nadie se le negaba. Pacho Santos, José Salgar, Juan Lozano, Salvo Basile, Juan Mayor, Diego Martínez; muchas plumas venían al puerto y hacían crónicas maravillosas de ese encuentro con los seres vivientes de mayor tamaño del planeta, pero adicionalmente era inevitable destacar la gastronomía , el folclor y la exuberancia del Pacífico. Jamás olvidaré la crónica de Roberto Posada Garcia-Peña, D’artagnan, el columnista mas leído del país, derretido sobre los manjares y la experiencia de visitar el litoral. Detrás de todo eso, estaba el poder de convocatoria de Beatriz.

Cuando el hotel iba a cumplir 75 años, le solté otra de esas ideas: hacer un evento cultural con el novelista del mar: Álvaro Mutis. Beatriz sonrió y en la tarde me contó que ya había hablado con él, quien ¡Oh, sorpresa! se había inspirado en el hotel Estación para escribir “Abdul Bashur, soñador de navíos”. Lamentablemente la agenda del escritor no le permitía estar con nosotros, pero esa era Beatriz, sin límites, respetada, admirada. Posteriormente en Emcali, la invité para que fuera la directora de comunicaciones. Algunos me sugirieron nombres de jóvenes comunicadoras pero yo jamás dudé del acierto de tenerla en el equipo.

Así se fue consolidando una amistad de muchos años en los cuales cada vez admiro más su lucidez, generosidad, apetito intelectual y amplitud mental a tal punto que siento que es la más joven de mis amigas. Traté sin éxito de convencerla que no dejará de escribir su columna porque creo que le hace falta al periódico, a sus lectores y a ella misma, quien no tenía inconveniente en hacer magníficos ágapes en su apartamento con el propósito de pulir conceptualmente una columna.

Al vacío de no continuar con la columna, se le suma la pena de perder en juventud a su amado sobrino Álvaro José Vallejo. Ella sabe cuánto la apreciamos sus amigos y lectores, como la acompañamos y cuanto ansiamos volver a disfrutar su pluma culta y fresca.

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