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¿Unidad o montonera?

Como no sé nadar en las aguas de la política, pertenezco a...

25 de junio de 2010 Por: Diego Martínez Lloreda

Como no sé nadar en las aguas de la política, pertenezco a esos poquísimos colombianos que no pensamos embarcarnos en el crucero feliz de la unidad nacional, que Juan Manuel Santos promete hacer zarpar el 7 de agosto.Primero, porque con toda la gente que está a bordo de ese barco, si sube uno más, de pronto se va a pique, como el Titanic. Y como le sucedió al famoso trasatlántico, que, según sus constructores “no podía hundir ni Dios”, me preocupa que el barco de Santos no tenga suficientes botes de emergencia para que, en caso de naufragio, semejante gentío pueda ponerse a salvo.Aclaro que no estoy haciendo fuerza para que ello ocurra. Al contrario, lo que más deseo es que ese barco de Santos tenga buen viento y buena mar, porque si al Gobierno le va bien, a todos los colombianos nos va bien.Pero ello no implica que me guste la propuesta de unidad nacional que Santos ha venido promoviendo. Unidad que corre el riesgo de convertirse en montonera, dado el afán de la gran mayoría de políticos de este país, oportunistas y voraces que son, de sumarse a ella. Estoy convencido de que una democracia de verdad requiere de un gobierno sólido y de una oposición fuerte, que le haga contrapeso. Pero con la unidad de Santos vamos a tener una democracia deforme, con una cabeza gigante, el Gobierno, y con unas piernas famélicas, la oposición. Y así la democracia difícilmente camina. Una oposición fuerte obliga al Gobierno a presentar buenas iniciativas al Congreso, que son aprobadas en virtud de su calidad y no por la presión que ejerce el Ejecutivo entre sus congresistas amigos. Y garantiza que el Legislativo ejerza el control político, tan necesario para que los gobiernos no se desborden. Con unidades nacionales el Congreso pierde su razón de ser y se convierte en un mero tramitador de iniciativas del Ejecutivo.Me temo que los colombianos que pertenecemos a la generación del Frente Nacional, crecimos con la tara de creer que la democracia significa unanimismo y que hacer oposición es subversivo. Nada más lejano de la realidad. La esencia de la democracia es precisamente el juego gobierno-oposición donde unos mandan y otros fiscalizan y son alternativa de poder. Los gobiernos de unidad nacional se justifican en momentos excepcionales, una guerra por ejemplo, cuando se requiere que todo el país se una en torno a un propósito. Pero Colombia no transita por ninguna etapa excepcional y, por el contrario, el sempiterno conflicto que padecemos ha dejado de ser el principal problema de este país, superado por otros males como el desempleo y la corrupción.Mejor dicho, me siento más seguro en la incómoda canoa de la oposición que en el titanesco trasatlántico del poder, siempre tan frágil.***Hasta el momento, a Juan Carlos Abadía le ha funcionado el atajo que encontró para eludir la justa sanción que le impuso la Procuraduría.Pero que no se alegre mucho, porque el manejo que le ha dado al lío en el que se ha visto envuelto ha servido, al menos, para que todo el país se entere de qué clase de personaje es Abadía. Por lo cual, me atrevo afirmar que, con sanción o sin ella, sus delirantes ansias de ser Presidente han quedado sepultadas prematuramente.

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