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Solidaridad de hincha

Al contrario de mi perverso amigo Julio César Londoño, yo no estoy...

23 de diciembre de 2011 Por: Diego Martínez Lloreda

Al contrario de mi perverso amigo Julio César Londoño, yo no estoy contento con la tragedia del América. Como hincha de Millonarios debía estarlo, pues descendido América, los azules recuperan el honor de ser el equipo con más campeonatos ganados en la historia de nuestro balompié. Quienes me aguaron la felicidad por el desastre americano fueron sus hinchas. Y es que después de ver llorando como un niño a César Polanía, uno de los hombres más decentes que conozco, mal podría alegrarme con ese dolor. En lo que sí tiene razón Julio César es al calificar de esquizoides a los fanáticos americanos. De hecho todos los hinchas del fútbol lo somos. Y si se quiere, todo amor es esquizoide. ¿Será que Julio no habrá amado nunca?Quienes no han sido seguidores de un equipo de fútbol no entienden que alguien sufra de esa manera cuando once ‘piernipeludos’ pierden un partido. Incluso se molestan ante el espectáculo de un hincha con el corazón partido por la derrota del onceno de sus amores.Una de las mayores fuentes de conflicto con mi mujer es precisamente ese. Yo monto en cólera cada vez que Millonarios pierde. O sea que vivo colérico. Y ella se pone furiosa al verme en ese estado. Sin embargo, cuando me gasté unos pesos en unas acciones de Millonarios, me dijo una de las frases más sensatas que he escuchado en mi vida. Yo le oculté esa ‘inversión’ por temor a que tildara de despilfarrador. Pero cuando se enteró del gasto se limitó a decir: “Siquiera compró esas acciones. Ahora por lo menos sufre por algo que es suyo”. El amor por el equipo de nuestras entrañas es lo más parecido al que uno puede tener por la patria. Que es una noción absolutamente caprichosa y alienante, inventada por los seres humanos. ¿Por qué uno se siente como en su casa en Ipiales y si se traslada a Tulcán, donde todo el mundo es idéntico y habla idéntico a los nariñenses, se siente en otro mundo? ¿Por qué a los colombianos nos embarga un dolor lacerante, cuando recordamos la forma como nos arrebataron a Panamá?Es curioso que a nadie le extrañe que millones de personas se maten en una guerra por defender la ‘patria’, pero sí se ofendan cuando alguien llora porque su equipo del alma se fue a la B.Tal como sucede con la noción de patria, las personas normales heredamos el amor por el equipo de nuestros padres (hay unos pocos aberrados que se hacen fanáticos del equipo rival del progenitor o se nacionalizan en otros países). Y vamos las primeras veces al estadio de la mano de ellos. Al verlos gozar cuando su equipo gana, o padecer infinitamente cuando le hacen un gol en el último minuto, comenzamos a contagiarnos de esa pasión. Ese sentimiento se va consolidando a lo largo de la vida y se lo transmitimos a nuestros hijos. Y como los seres humanos somos tan raros, así como muchos aman a quien peor los trata, con cada revés que tiene el equipo amado la pasión crece.Estoy seguro de que en las épocas de gloria de América el amor de sus hinchas nunca fue tan grande como el que le profesan ahora.Por ello, me importa un pito que el América se vaya a la B, a la C o a la M. Pero yo, que de frustraciones futbolísticas sí sé, exijo total respeto por el dolor de los hinchas rojos.

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