El pais
SUSCRÍBETE

Muerto armado

Por muchas razones de orden práctico no me parece prudente que los caleños se armen.

18 de marzo de 2021 Por: Diego Martínez Lloreda

El proyecto que radicaron en el Congreso la senadora María Fernanda Cabal y el representante Christian Garcés, para flexibilizar el porte de armas entre la ciudadanía, tiene toda la lógica legal.

Es un despropósito que mientras los bandidos andan armados hasta los dientes, porque aquí hasta en una dulcería se puede conseguir un ‘fierro’ ilegal, al ciudadano se le niegue la posibilidad de acceder a un arma legal.

O sea que el ciudadano está inerme frente a la acción de los hampones que cada vez son más violentos. Y ante el déficit de policías que padece Cali, suena sensato que le den a la gente la posibilidad de defenderse.

Pero a pesar de esa lógica inobjetable, soy partidario de dejar las cosas como están. Por muchas razones de orden práctico no me parece prudente que los caleños se armen.

Primero, aquí la intolerancia ha crecido a unos niveles alarmantes. Por cualquier motivo la gente se insulta, se recuerda la madre y en el peor de los casos se empujan o se agarran a golpes.

¿Se imaginan ustedes que un par de energúmenos armados se trancen en una discusión porque el vehículo de uno se le cerró al del otro? No solo se pondrían en riesgo inminente los contendientes sino todos los curiosos que suelen arremolinarse en esos casos.

Pero la razón de más peso que me lleva a pensar que no es buena idea promover una escalada armamentista en Cali es muy simple: el bandido es más hábil en el manejo de las armas que el ciudadano de a pie.

Y mientras este saca su pistola para defenderse, el atracador ya le ha metido tres tiros. Porque, además los hampones son dueños de una total sangre fría mientras una persona normal se lo piensa para meterle un balazo a alguien para evitar que le roben el celular.

Además, hoy en día, por desgracia, los bandidos andan, como mínimo en pareja, con lo cual la víctima de un atraco, de todas maneras, está en desventaja.

Mejor dicho, en una ciudad en la que se cometen más de mil homicidios al año, la mayoría con arma de fuego, no parece muy aconsejable sacar más armas a la calle.

Lo que hay que hacer es todo lo contrario. Tratar de reducir la presencia de armas en las vías. Un paso muy importante sería restringir las armas de fogueo que se usan para robar a las personas.

Es increíble la facilidad con que ese tipo de armas se consiguen. Hasta en San Andresito se pueden adquirir pistolas, revólveres y hasta subametralladoras que son de mentiras pero parecen de verdad.

Son muy difíciles de distinguir y si a uno lo atracan con un arma de esas no se va a poner a adivinar si es de fogueo o verdadera. Urge, entonces, imponer drásticas restricciones a estas armas de fogueo.

Con ellas los ladrones han encontrado una fórmula efectiva para burlar a las autoridades porque si a un bandido lo sorprenden con un arma de esas, tienen que soltarlo de inmediato porque no son armas letales.

En fin, entiendo el desespero y la rabia de la ciudadanía ante la robadera, especialmente de celulares que se vive en la ciudad (Yo ya pasé por esa experiencia). Pero armarse no soluciona ese problema, crea un mal mayor.

Tristemente, si le tratan de robar el móvil lo mejor es no oponer resistencia y dejar que se lo lleven. Este, por costoso que sea, se puede recuperar. En cambio, la vida no. Y no se le olvide: muerto armado se ve muy feo.
Sigue en Twitter @dimartillo

AHORA EN Diego Martinez Lloreda