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Malandros envalentonados

Anteayer tuve la desgracia de quedar atrapado en medio de un cortejo de motociclistas, de esos que se han vuelto costumbre en la ciudad.

13 de septiembre de 2018 Por: Diego Martínez Lloreda

“He observado en Cali un desdén por las normas que no he visto en otras ciudades”.

Esta preocupante aseveración se la escuché, ni más ni menos, que al hombre encargado de la seguridad de la ciudad, Andrés Villamizar. Basta asomarse a cualquier vía de la ciudad para corroborar que Villamizar no exagera un milímetro al hacer esa afirmación.

Anteayer tuve la desgracia de quedar atrapado en medio de un cortejo de motociclistas, de esos que se han vuelto costumbre en la ciudad.
Un horda de motos seguía a un coche fúnebre. Iban motociclistas sin casco, parrilleros hombre, paraban el tráfico a su antojo, amedrentaban a los conductores. Un verdadero caos. Y lo peor es que el desfile iba escoltado por una patrulla de la Policía que miraba impasible todos los abusos que cometían los motociclistas.

Es bueno precisar que esto no sucedió en un barrio marginal de la ciudad, donde estos desfiles son asunto diario: aconteció en la Avenida Colombia y a plena luz del día.

Esas caravanas son la muestra de ese desdén por las normas del que habla Villamizar. Los malandros están envalentonados y les importa un c... atracar a plena luz del día, encañonar al que sea, empujar a un policía o suplantar a la autoridad.

Sí, hay un total desdén por las normas entre buena parte de la ciudadanía y lo que es más grave, parece que las autoridades se dieron por vencidas y decidieron dejar de sancionar cierto tipo de faltas. Por ejemplo, lo de la prohibición del parrillero hombre se volvió un canto a la bandera. Todos los días y en todas las vías de la ciudad se ven tipos que van de pasajeros en las motos sin que nadie les diga nada.

Da la impresión que, ante la inseguridad que vive Cali, la Policía renunció a sancionar normas que parecen menores. Aunque no lo son, porque buena parte de los atracos callejeros los cometen parrilleros hombres. Lo cierto es que en el Oriente y en la ladera, esa prohibición no rige.

Como tampoco parece estar vigente la obligatoriedad del uso del casco. Que muestra hasta qué punto ha llegado la anarquía en Cali, porque el primer perjudicado por incumplir esa norma es, precisamente, el infractor que es el que se rompe la crisma cuando se accidenta y no porta ese elemento de seguridad.

Yo les recomiendo al alcalde Armitage, al secretario Villamizar y al general Casas que si la decisión es concentrar a la Policía en los delitos ‘graves’ y no pararles bolas a esas normas ‘menores’, mejor las deroguen.

Porque a ese concepto de autoridad que necesitamos recuperar le hace mucho daño que todo el mundo se percate de que hay normas que nadie acata. Sí, aunque suene temerario, es preferible que acabemos con la prohibición del parrillero hombre, con la obligación de portar el casco, con el carril solo bus del MÍO y con otras tantas disposiciones que no se cumplen, a que estas sean burladas con total impunidad.

Pero si se mantienen hay que hacerlas cumplir. La ciudadanía debe entender que no hay infracciones menores. Y que todas las normas, nos gusten o no, hay que acatarlas.

Estoy convencido de que el desdén del que habla Andrés Villamizar parte, precisamente, del desinterés de las autoridades por hacer cumplir determinadas normas.

Aunque suene muy duro, para lograr que los caleños respeten la ley y la autoridad, primero tienen que aprender a temerles.

Sigue en Twitter @dimartillo

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