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La paz de Santos

El 55% de los colombianos cree que la implementación del Proceso de Paz va por mal camino; el 81% cree que el problema del narcotráfico no se va a resolver con este acuerdo; el 72%, que no se va a esclarecer la verdad ni se va a reparar a las víctimas del conflicto; el 64% de la gente piensa que las Farc no van a cumplir lo acordado.

29 de junio de 2017 Por: Diego Martínez Lloreda

El 55% de los colombianos cree que la implementación del Proceso de Paz va por mal camino; el 81% cree que el problema del narcotráfico no se va a resolver con este acuerdo; el 72%, que no se va a esclarecer la verdad ni se va a reparar a las víctimas del conflicto; el 64% de la gente piensa que las Farc no van a cumplir lo acordado.

Estas percepciones, reveladas por la más reciente medición de la encuesta bimestral de Gallup, muestran que la mayoría de los colombianos sigue sin creerle ni pío al Acuerdo de Paz suscrito entre el Gobierno y las Farc. Percepción que no parece corresponderse con la realidad. Porque la verdad monda y lironda es que las Farc, hace más de un año no disparan un tiro, tienen todas sus tropas en las zonas veredales y ya entregaron más de 7 mil armas que estaban en su poder.

Independientemente de lo que ocurra en adelante, esos ya son logros históricos. Ni el más optimista de los colombianos podría vislumbrar que se llegaría el día en que las Farc estarían desarmadas.

A esos avances se le pueden poner todos los peros: que en las zonas veredales no están los milicianos, que las Farc no entregaron todas las armas. Pero, aún así, se trata de un logro monumental. Entonces, resulta difícil de entender que la mayoría de los colombianos no lo valore. Mientras en el resto del mundo ponen de ejemplo nuestro proceso de paz como lo que debe hacerse para acabar un conflicto.

¿Qué es lo que está pasando? Me parece que la respuesta la tiene muy clara el padre Francisco de Roux: “El problema es que la paz se politizó”. La explicación, entonces, es mucho más sencilla de lo que parece. Todo parte de la campaña presidencial del 2014, en la que Juan Manuel Santos “se adueñó” de la paz, que fue su gran bandera para lograr la reelección.

Desde entonces, para el imaginario colectivo hablar de la paz equivale a hablar de la paz de Santos. Y ocurre, de acuerdo a esa misma encuesta de Gallup, que siete de cada colombianos desaprueba la labor que Santos está cumpliendo en la Presidencia.

¿Y por qué el hombre que está solucionando uno de los mayores problemas del país, y que por ello mereció el Nobel de la paz, tiene tan mala imagen?

En mi sentir, por tres razones. Primero: al menos la tercera parte de los colombianos, que es uribista, lo considera un traidor y jamás le perdonará que se haya hecho elegir con los votos de Uribe y que a la hora de gobernar haya hecho todo lo contrario de lo que prometió en campaña.

Segundo: los colombianos que no vivimos en Bogotá estamos mamados del centralismo de este gobierno. Los vallecaucanos, por ejemplo, no entendemos que el Presidente no se haya aparecido en Buenaventura durante el prolongado paro que padeció la ciudad, pero que cuando los problemas ocurren en Bogotá, como el atentado del Centro Andino, salga raudo a poner la cara.

Y el tercer factor que afecta la imagen del Mandatario es el bolsillo. Los colombianos sienten el deterioro de la economía y no le perdonan al Gobierno haber subido de un sopetón el IVA, impuesto que hasta el más humilde de los compatriotas tiene que pagar. Y a la gente le importa un pito el equilibrio fiscal y las demás razones macroeconómicas que condujeron al Gobierno a hacer ese reajuste.

Santos dice que su impopularidad se debe a su empeño en lograr los acuerdos de paz; yo más bien creo que la impopularidad de los acuerdos radica en que Santos los impulsó.

De todas formas, el reto del sucesor de Santos será, en lugar de volver trizas el acuerdo como proponen algunos fanáticos, lograr que los colombianos entiendan que la paz no tiene nombre propio y que es patrimonio de todos.

Sigue en Twitter @dimartillo

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