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La otra inundación

El Valle del Cauca padece no una, sino dos inundaciones históricas. La...

2 de enero de 2011 Por: Diego Martínez Lloreda

El Valle del Cauca padece no una, sino dos inundaciones históricas. La primera, generada por una ola invernal sin precedentes, dejó a 18.000 familias sin hogar. Pero la segunda, a pesar de la gravedad de la primera, ha generado un mal mayor, porque, de una u otra manera ha afectado a los cuatro millones y medio de seres que habitamos en el departamento.Me refiero a la inundación de podredumbre y descomposición que ha producido la nefasta ola de corrupción que padece la región ya hace años. Y que ha dejado como principal damnificada a la política vallecaucana. Esa corrupción que se precipitó sobre el Departamento generó los ríos de dinero que corren en cada campaña electoral y que terminaron rompiendo en mil pedazos los diques que salvaguardaban la moralidad pública. Rotos esos diques morales, la corrupción se desbordó a niveles inimaginables. Y hasta la ‘robustez’ moral del gobierno de Jorge Iván Ospina parece estar erosionándose con ese embate.Dos escándalos surgidos esta misma semana indican que en la Administración Municipal los principios están haciendo agua. El primero tiene que ver con la insólita adjudicación de un millonario contrato para la explotación publicitaria de las estaciones del MÍO, por parte del cuestionado Gerente de Metrocali. Ese contrato fue suscrito de espaldas a la ciudad y sin el visto bueno del accionista mayoritario de la empresa, que es la Nación. Que se vino a enterar de su existencia cuando ya todo estaba consumado. Todo indica que en Metrocali se rompieron las barreras de la decencia. Y el otro escándalo involucra la misteriosa desaparición de miles de entradas para los diversos eventos de la Feria que debían repartirse gratis y que según múltiples denuncias terminaron vendiéndose para beneficio no se sabe de quién. Lo peor es que en el panorama de la política regional los nubarrones negros no se disipan. Y para la próxima campaña electoral parece estar en plena formación una nueva tormenta.En efecto, la nefasta ola corrupta que padecemos ha logrado imponer la convicción de que las elecciones no se ganan con votos ni con propuestas sino con lluvias de dinero. Y muchos aspirantes parecen contar ya con frondosas chequeras para gastar en el proceso electoral que se avecina.Naturalmente los menos interesados en reconstruir los diques de la moral son quienes causaron su ruptura. Ellos saben nadar muy bien en esas aguas podridas que inundaron nuestra política. Por eso la tarea nos corresponde emprenderla a los vallecaucanos del común, que al final, con nuestra indiferencia y pasividad, somos los responsables de que tengamos el agua al cuello.Eso sí, hay que tener claro que la reconstrucción moral del Departamento será una labor más ardua y compleja que la reconstrucción física que se deberá acometer tras este invierno atroz. Pero hay que iniciarla cuanto antes porque, como ocurre con el invierno, los efectos de la lluvia corrupta cada vez son cada vez más letales y más difíciles de controlar.Y el primer paso que debemos dar es encontrar líderes impermeables a esas lluvias de dinero, que nos puedan ayudar a salir del lodazal en el que nos sumió el diluvio corruptor que se nos vino encima.

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