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La lección de Lucía

Unos senos desproporcionados, una nariz torcida, unas orejas de Dumbo...Ese tipo de...

16 de noviembre de 2012 Por: Diego Martínez Lloreda

Unos senos desproporcionados, una nariz torcida, unas orejas de Dumbo...Ese tipo de defectos físicos suelen condicionar la existencia de una persona y hacerla infeliz. Y como muchos de esos problemas tienen solución, he sido total defensor de las cirugías plásticas y me parece no sólo respetable sino además recomendable que quien no se sienta a gusto con su físico, acuda a un especialista para que le corrija el motivo de su inconformidad.Pero todo en exceso es malo. Y una cosa es corregirse un defecto y otra pretender transformar su semblante a punta de bisturí, a lo Michael Jackson. En ese caso, el remedio puede resultar peor que la enfermedad.En Cali, por desgracia, ese tipo de distorsión es muy común. Y pululan las muchachitas y los muchachitos que creen que el cirujano plástico es el psiquiatra que les puede corregir todos sus problemas de personalidad, a punta de bisturí. Olvidando que el alma no se puede respingar. Los padres facilistas que creen que los problemas de sus hijas se solucionan regalándoles tetas nuevas al cumplir 15 años son grandes responsables que esa distorsión que se ha convertido en una pandemia social. Por eso, es reconfortante la lección que dio, en la pasada versión del Concurso Nacional de Belleza, la caleñísima Carmen Lucía Aldana.¿Cuántas personas le habrán recomendado a Carmen Lucía someterse a un aumento de senos para complementar su espléndida figura? Pues la beldad caleña, sin complejo alguno, se presentó al reinado con los 81 centímetros de busto que natura le dio. Y al final se salió con la suya, pues esas pequeñas protuberancias le bastaron para quedarse con la corona. Carmen Lucía tenía atributos de sobra para ganar el reinado. Su cara es una de las más bellas que han pasado por el certamen: ojos, nariz y bocas perfectas. Y su cuerpo es proporcionado y, como dicen, los reinólogos, muy tonificado.Para los parámetros que se manejan en los reinados, tenía dos handicaps: la estatura y el busto. Frente al primer ‘defecto’ no hay nada que hacer, más allá de montarse sobre esas kilométricas plataformas que las mujeres suelen calzar. Pero para el tema del busto, sí existía una solución bastante simple y común: el bisturí.Pero sucede que Carmen Lucía optó por quedarse con lo que natura le dio y no someterse a refacciones adicionales. Si al jurado le gustaba lo que tenía, regio. Y si no, de malas. Esa fue su apuesta, que al final resultó ganadora.Que sencilla, pero profunda lección dio esta mujer. Una cosa es recurrir al cirujano para corregir un incómodo defecto y otra cosa es pretender perfeccionar lo que ya es bello. Quienes toman esa vía pueden terminar en un peligroso espiral porque por muy linda que sea una persona, siempre se puede encontrarle algo mejorable.A menos de que sea Frankestein, para lo cual no hay de otra que acudir al cirujano, uno debe estar contento con lo que la naturaleza le dio. Y en vez de buscar el lunar para corregir, se debe aprovechar y potencializar los atributos que se tienen. Qué bueno que haya sido una caleña la que dio el ejemplo. Ojalá las colombianas y, en especial, las coterráneas de Carmen Lucía, hayan captado el mensaje.

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