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Héroe ingenuo

Para buena parte de los colombianos el patrullero Ángel Zúñiga es un héroe que antepuso su sensibilidad a su deber como policía.

11 de junio de 2020 Por: Diego Martínez Lloreda

Para buena parte de los colombianos el patrullero Ángel Zúñiga es un héroe que antepuso su sensibilidad a su deber como policía y se negó a participar en el desalojo de una familia que había invadido un lote en el sur de Cali.

Para otro sector de compatriotas, por las mismas razones, Zúñiga es un irresponsable que, en un acto de populismo, incumplió sus deberes como miembro de la Fuerza Pública y por eso merece ser sancionado.

Yo considero que el agente legítimamente se dejó llevar por su condición humana y al ver cómo dejaban a esos niños y a esas señoras en la calle decidió abstenerse de participar en ese operativo. Lo que no significa que no haya cometido una omisión grave en sus funciones. Por eso entiendo la preocupación de las jerarquías policiales por el precedente que puede sentar el accionar de Zúñiga. Y por el estatus de héroe que le están dando por eso.

Pero no me voy a quedar en la anécdota de Zúñiga, como han hecho muchos colegas, sobre todo nacionales, sino que quiero tocar el problema de fondo que hay detrás de ese espectáculo mediático: el ‘boom’ de invasiones que está padeciendo Cali desde que se declaró la cuarentena.

Y es que aprovechando que la autoridad está ocupada atendiendo la pandemia y velando porque los caleños cumplan con el aislamiento obligatorio, las mafias invasoras que existen en la ciudad están haciendo su agosto.

César Lemos, asesor del despacho de la Alcaldía de Cali y miembro de la Unidad Anti invasiones, le relató a El País que desde febrero de este año se han desmontado alrededor de 200 conatos de invasiones, que incluyeron demoliciones y suspensión de obras en construcción.

Lemos explica que los invasores piensan que este es el momento perfecto para ocupar predios porque, por la emergencia del coronavirus, el Gobierno “no los puede sacar” de los sitios que están ocupando ilegalmente.

Lo que de seguro desconoce el patrullero Zúñiga es que esas invasiones no las promueve la gente humilde que él quiso proteger, sino unas tenebrosas mafias que se dedican a promover la ocupación ilegal de predios públicos y privados.

Mafias, conocidas como los tierreros, que se la pasan haciendo inteligencia en la ciudad para detectar lotes susceptibles de invadir. Y que son las mismas que en el verano promueven las quemas de los cerros con el fin de ocupar los sitios quemados.

Ahora, por supuesto que los jefes de las mafias no son los que se meten a los predios. Ellos buscan personas humildes, ojalá señoras con hijos pequeños que son las que utilizan como carne de cañón para sus propósitos criminales. Sí, personas humildes como las que en su ingenuidad infinita Zúñiga pretendió proteger.

Esa es la triste realidad que se esconde tras el espectáculo mediático de un policía que se rebeló contra una orden judicial que él consideró injusta.

Si de injusticias se trata, una de las peores que se ha cometido con Cali es ponerla a crecer de una forma caótica a punta de invasiones, que generalmente terminan causando tragedias porque los sitios preferidos por las mafias invasoras son las laderas y los márgenes de los ríos.

Si sancionan o no a Zúñiga, es un problema de la Policía. Lo que nos debe preocupar a los caleños es que la ciudad siga hinchándose por sus cuatro costados a punta de invasiones ilegales.

Sigue en Twitter @dimartillo

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