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Eufemismos, vicio caleño

Aquí la gente no le gusta que llamen las cosas por su nombre. Lo que les fascina, es que les den vueltas al asunto, que les ‘suavicen’ el mensaje.

21 de septiembre de 2018 Por: Diego Martínez Lloreda

“Vivimos en un medio eufemista. Aquí en Colombia, y en Cali especialmente, la gente no habla claro”.

Esto asegura, en la magnífica entrevista que le hizo Paola Guevara, el siquiatra Carlos Climent, quien accedió a hablar con la colega, a propósito del lanzamiento de su más reciente libro, ‘Asuma la Gerencia de su vida’.

Pues no puede tener más razón Climent. Como dice Paola, en la introducción de la entrevista, a los colombianos y, en especial, a los caleños nos encanta que “nos doren la píldora”.

Aquí la gente no le gusta que llamen las cosas por su nombre. Lo que les fascina, es que les den vueltas al asunto, que les ‘suavicen’ el mensaje.

Climent cita buenos ejemplos de eufemismos comunes en Cali: cuando alguien asegura que fulano “es muy cuidadoso con los gastos”, lo que en verdad quiere decir es que ese sujeto es tacaño. Cuando sostienen que mengano es “un tipo muy casero”, lo que quieren significar es que es un aburrido que nunca sale de la casa. Y cuando afirman que determinado personaje es “necio”, lo que en verdad quieren señalar es que es un perro irredimible.

Yo puedo agregar varios eufemismos clásicos entre los caleños. Por ejemplo, cuando usted le pide un favor a alguien y este le contesta “contá con eso”, tenga por seguro que esa persona no va a mover un dedo.

A nivel empresarial son comunes muchos eufemismos. Por ejemplo, cuando un jefe le pregunta a un subalterno por una misión que le encomendó y este le contesta “estamos trabajando en ello”, lo que en realidad quiere decir es que no han hecho absolutamente nada.

Y cuando le inquiere por el comportamiento de un producto y el ejecutivo le responde “tenemos un gran reto con eso”, quiere decir que el producto es un fracaso rotundo.

En Cali, si alguien llega a quedarse sin trabajo, jamás admite que lo echaron. Manifiesta que “decidí independizarme y montar unas asesorías”. Aquí nadie se emborracha sino que “se pasa de copas”. Cuando alguien quiere botar a la novia no le dice que se consiguió otra; se limita a asegurar que “estoy confundido”. Y nadie le notifica a la pareja que la va abandonar, simplemente le pide que se tomen un tiempo. Y si alguien se quiebra, jamás admite ese estado sino que sostiene que tiene “golpeado el flujo de caja”.

Pero si hay un gremio especialista en manejar los eufemismos es el de los políticos y funcionarios públicos. En Cali, por ejemplo, ya no hay invasiones, lo que existen son “asentamientos de desarrollo humano incompleto”. Y a la poda masiva de árboles la denominan ‘sustitución arbórea’ (Parece que el presidente Duque entró en esa onda, porque, quizás para calmar la inquietud generada por la inminente reforme tributaria, decidió rebautizarla como “Ley de financiamiento”).

Aquí ya no existen robos al erario sino “malversaciones”, no hay funcionarios flojos, sino “empleados desmotivados”. Y ni siquiera existen putas, porque adquirieron el estatus de “trabajadoras sexuales”.

Da la impresión de que los funcionarios, y la gente en general, antes que solucionar los problemas, prefieren rebautizarlos con nombres menos descriptivos, para que se vean menos.

Yo, al contrario, estoy convencido de que el primer paso para solucionar los problemas es visibilizarlos, llamándolos por su nombre, en lugar de andar escondiéndolos tras un bosque de palabrejas rebuscadas.

Sigue en Twitter @dimartillo

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