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Entre Roy y Jorge Iván

Sobre la clase política del Valle del Cauca pesa una suerte de...

21 de junio de 2013 Por: Diego Martínez Lloreda

Sobre la clase política del Valle del Cauca pesa una suerte de maldición. En los últimos 30 años el departamento produjo una serie de líderes que, por diversas razones, terminaron prematuramente fuera del ring político. Voy a mencionar a unos cuantos, precisando que no están todos los que son, ni son todos los que están. Inicio con Manuel Francisco Becerra, quien tenía las condiciones para llegar lejos en la política nacional: inteligente, carismático, estudioso, le llegaba a la gente. Pero sus relaciones con personajes de dudosa ortografía cercenaron su prometedora carrera. Lo propio le ocurrió a Mauricio Guzmán quien, además de compartir muchas de las cualidades que poseía ‘Kiko’ Becerra, tiene pinta, lo que en política no es virtud despreciable. Pero Mauricio salió por la puerta de atrás de la Alcaldía, y de la política, tras conocerse el ingreso de dineros calientes a su candidatura al Congreso. Kiko y Mauricio eran los más brillantes exponentes de una generación que terminó descabezada por el proceso 8.000. Lo triste es que nuestros políticos no aprendieron esa lección y buena parte de la generación posproceso 8.000 cometió errores similares a los de sus predecesores y terminó enredada y fuera del escenario político. La maldición parece llegar hasta nuestros días y afectar a dos dirigentes que lo tenían todo para lograr las más altas metas en la política nacional.El primero, Roy Barreras. Su carrera política ha sido meteórica. En el 2006 no tenía un voto y llegó a la Cámara arrastrado por la maquinaria de Cambio Radical. En pocos años pasó de ser un solemne desconocido a la Presidencia del Congreso. Pero una carrera así de fugaz no se construye gratuitamente. En su rápida escalada, Roy se convirtió en el rey del clientelismo, del oportunismo, del manzanillismo, del nepotismo y de todos los ‘ismos’ que erosionan la política nacional. Sí, llegó a la Presidencia del Congreso y hoy por hoy es el ‘zar’ de la política local. Pero su imagen está por el piso. En Bogotá lo ven como un lagarto oportunista y en Cali, como un cacique insaciable. El otro caso lamentable es el de Jorge Iván Ospina. Hombre brillante, de verbo fácil, pudo haber pasado a la historia como el alcalde visionario que transformó a Cali. Pero cometió el pecado de creer que el Municipio era suyo. Dejó que sus hermanos interferieran en los asuntos de la Alcaldía, usó el cargo para hacer elegir congresista a uno de ellos, utilizó el atajo de los convenios interadministrativos para contratar decenas de obras, terminó amangualado con los concejales. Sí, su gobierno dejó unas obras, pero también un Municipio descuadernado. Las 37 investigaciones que pesan en su contra de Ospina determinarán su responsabilidad penal y disciplinaria Lo que es cierto es que a pesar de la popularidad que conserva, su imagen ante la opinión pública está muy cuestionada. Lo que sin duda será un handicap para sus pretensiones futuras.En fin, los tiempos cambian, los líderes van y vienen, pero la ambición desmedida, el pecado que ha hundido a varias generaciones de dirigentes del Valle, no deja ver que una carrera política no se construye en dos días. Y que una buena imagen pública es difícil de construir, muy fácil de empañar y casi imposible de recuperar.

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