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El cáncer de Univalle

Parece un cáncer terminal. Frente al cual no hay nada que hacer, excepto paliar el sufrimiento del paciente y esperar que ese mal acabe con él.

6 de diciembre de 2018 Por: Diego Martínez Lloreda

Parece un cáncer terminal. Frente al cual no hay nada que hacer, excepto paliar el sufrimiento del paciente y esperar que ese mal acabe con él.

Me refiero al tumor terrorista que se alojó en el corazón del principal centro educativo del suroccidente colombiano, la Universidad del Valle.

La más reciente manifestación de ese cáncer ocurrió el miércoles pasado: un grupo de ‘capuchos’ energúmenos se tomó, como otras tantas veces, la Avenida Pasoancho, paralizó el tráfico y en un acto de gran ‘valentía’ arremetió contra los adornos navideños que acababan de instalar. Y, de paso, hirió a tres miembros del Esmad.

Este hecho terrorista causó total indignación entre la ciudadanía, que masivamente, en las redes sociales, expresó su repudio. Ojalá las autoridades aprovechen esta indignación ciudadana para que se decidan a extirpar, de una vez por todas, ese peligroso tumor. Que amenaza con hacer metástasis en otros centros educativos.

Pero las autoridades nada podrán hacer sin la colaboración de los estudiantes y de la directivas de la Universidad. Porque esto no se resuelve, como piden algunos, metiendo la tropa en el campus de Meléndez y haciendo allí una especie de operación Marquetalia. Se resuelve con inteligencia. Y para adelantar una estrategia de ese tipo se requiere información que solo pueden suministrar los estudiantes, los trabajadores y las directivas de la Universidad.

No le estoy pidiendo a nadie que se inmole por la causa. Las autoridades tienen que ofrecer recompensas que incentiven el suministro de información y abrir canales muy confidenciales que garanticen la protección de la identidad de quienes colaboren.

Para hablar en el idioma de los muchachos, lo que se requiere es que ‘sapeen’ a esos terroristas que tienen en jaque la universidad, que es un patrimonio del departamento.

Lo que no puede ocurrir es que nos acostumbremos a convivir con este cáncer, que es lo que ha acontecido. Al interior de la Universidad mucha gente tiene conocimiento de dónde se reúnen, qué armas usan. La ciudadanía sabe que de cuando en cuando cierran la Pasoancho y simplemente toma otras rutas. Y las autoridades se limitan a mandar al Esmad cada vez que estos bárbaros se alborotan.

Urge acabar este mal de raíz. Así como el cáncer no se cura a punta de aspirinas, el tumor que se enquistó en Univalle no lo sana el Esmad.

No es realista pensar que se pueda convivir con este cáncer. El daño que le hacen estos terroristas a la Universidad es inmenso. Al punto que los muchos logros académicos y científicos que tiene para mostrar Univalle quedan en un segundo plano, sepultados por el ruido que generan los actos bárbaros que cometen los ‘capuchos’.

Esos terroristas, en su mayoría, ni siquiera son estudiantes. Son guerrilleros profesionales, todo indica que del ELN, que se infiltraron en la Universidad con el fin de desestabilizarla.

Y, sin duda, lo están logrando porque la comunidad universitaria, que en un 99 % rechaza esos actos vandálicos, está acuscambada y no se atreve a hacer nada para desenmascarar a esos terroristas.

Pues todos vamos a tener que sacudirnos de ese terror, para formar un frente común en defensa de nuestra Universidad. No podemos permitir que ese cáncer grado cuatro, minúsculo pero muy agresivo, acabe con una institución indispensable para la región.

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