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El autogol con Langlois

Hasta hace un mes, Roméo Langlois era un periodista ‘free lance’ más,...

1 de junio de 2012 Por: Diego Martínez Lloreda

Hasta hace un mes, Roméo Langlois era un periodista ‘free lance’ más, de los miles que se pasan recorriendo países tercermundistas y conflictivos como Colombia, en la búsqueda de una exclusiva que les dé notoriedad.Hoy Langlois es un héroe en su país, y un mártir de la libertad de prensa, al que le deben estar lloviendo solicitudes por parte de decenas de medios de comunicación para que les narre la historia de los 30 días de cautiverio que soportó con las Farc. Mejor dicho, a este aventurero del periodismo le cayó como anillo al dedo que las Farc lo secuestraran. Y lo liberaran en un plazo soportable y conveniente tanto para la guerrilla como para él.Mejor dicho, a Langlois sí le salió la jugada que pretendió hacer Ingrid Betancur, su semicompatriota, cuando decidió meterse en la boca del lobo, pocos días después del levantamiento de la zona de distensión, de seguro pensando que si las Farc la secuestraban, la liberarían en un par de meses, ante la presión internacional. Y ella, convertida en la Juana de Arco criolla, terminaría convirtiéndose en Presidenta de Colombia.Pero el cálculo le fallo porque las Farc no le siguieron el juego y lo que Ingrid previó como un cautiverio fugaz y lucrativo, terminó convirtiéndose en un martirio interminable.En el caso de Langlois, los militares que sobrevivieron al ataque que perpetraron las Farc contra el grupo de soldados que iba con el reportero relataron que cuando comenzó la balacera, el francés salió corriendo hacia donde provenían las balas. No creo que lo haya hecho porque tenga afinidades ideológicas con la guerrilla, como dijo el ex presidente Uribe, sino pensando en el reportaje que podía hacer pasando unos días en el monte con esos barbudos que muchos en Europa aún ven como unos revolucionarios románticos.No sería extraño que en el fondo, al pedir que lo llevaran en un operativo militar Langlois esperaba que se presentara alguna oportunidad como la que tuvo para entrar en contacto con la guerrilla. Lo cual, periodísticamente es válido.Pero, como antes que periodista soy colombiano, me duele que las Fuerzas Militares hayan dado semejante papayazo. No entiendo como al oficial que autorizó la presencia de Langlois en ese operativo no se le ocurrió pensar en las consecuencia de que ocurriera lo que aconteció. Por cuenta de esa metida de patas, la imagen de Colombia como un país que había recuperado su seguridad volvió a quedar en entredicho. Con todas las consecuencias que ello tiene.Para no hablar del favor que le hicieron a las Farc, que no desperdició esta ocasión para proyectarse ante el mundo como una organización magnánima que respeta la vida de quienes caen en su poder. Máxime después de que Langlois manifestara, tras su liberación, que “nunca me tuvieron amarrado, siempre me trataron como un invitado, con mucho respeto”. Mejor dicho, las Farc prácticamente tuvieron al reportero francés en un resort selvático.Sin duda, los grandes perdedores de este episodio fueron el Ejército y el Estado Colombiano. Ganó Langlois que no sólo se convirtió en un héroe para un país que anda tan escaso de ellos y que de seguro sabrá sacarle todo el jugo a su experiencia con las Farc. Y como, ya dije, también ganaron las Farc, quienes supieron aprovechar para levantar su alicaída imagen internacional.No hay derecho que, con lo que nos ha costado superar la percepción de estado fallido que medio mundo tenía de nosotros, nos metamos estos autogoles.

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