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Desarme, pero ya

Cali está experimentando un incuestionable resurgir que se expresa en...

22 de noviembre de 2013 Por: Diego Martínez Lloreda

Cali está experimentando un incuestionable resurgir que se expresa en el mejoramiento de su infraestructura, en la llegada de nuevas empresas, en la realización de grandes certámenes, pero sobre todo, en la recuperación de la autoestima colectiva.En medio de ese panorama alentador, persiste un inmenso lunar, un lunar canceroso, que no permite que la ciudad experimente su despegue definitivo: La violencia. Y es que una ciudad en la que la vida vale tan poco, difícilmente puede prosperar. Las cifras son en realidad escandalosas. En los primeros 9 meses del año hubo 1480 homicidios, lo que representa un aumento del 10,6% frente el año pasado. Tendencia que hemos sido incapaces de quebrar, lo que sí han logrado Medellín y Bogotá. De hecho, en Cali, una ciudad que tiene la tercera parte de la población de la capital del país, se producen más muertes violentas que allá. Y mientras en Bogotá la tasa de homicidios está por los 12 muertos por cada 100.000 habitantes, aquí ese índice es de más de 80 muertos por 100.000 habitantes. Simplemente aterrador. Revertir esta tendencia debe ser un propósito de ciudad. El Gobierno Municipal, que en los últimos años dobló el presupuesto para seguridad, tiene que hacer un esfuerzo aún mayor porque esa inversión sigue siendo inferior a la que hacen Medellín y Bogotá.Como las pandillas juveniles se han convertido en una de las grandes fuentes de violencia, hay que intensificar los programas sociales que sirvan para disuadir a los jóvenes de caer en el mal camino. Pero no podemos sentarnos a esperar que esas medidas de largo plazo surtan efecto. Hay que tomar decisiones, ya, para frenar este desangre.Si las autoridades saben que el 90% de los homicidios se cometen con arma de fuego, no entiendo qué están esperando para adoptar un plan desarme en toda la ciudad. Máxime cuando las estadísticas indican que el 23% de los homicidios que ocurren en Cali es producto de riñas. Si en esas peleas no hubiera habido bala, de seguro el número de muertes sería muy inferior.Como dice el Arzobispo de Cali, los únicos que deben estar armados son los miembros de los órganos de seguridad del Estado. Esas armas en manos de un civil generan un sentimiento de superioridad y de invulnerabilidad que es el que estimula las peleas.Sé que el alcalde Guerrero es amigo de la concertación y de las decisiones por consenso. Pero si la Tercera Brigada, por razones meramente económicas, se empecina en oponerse al desarme, al Alcalde le va a tocar dar un golpe de mano y decretar una medida en la que él cree a ojos cerrados.Como Jefe de Policía en su jurisdicción, él puede hacerlo, como lo han hecho otros mandatarios que la han aplicado en sus ciudades con excelentes resultados. En Bogotá, para citar el caso más notorio, desde que se implementó el desarme la tasa de homicidios disminuyó de 22 a 12 por 100.000 habitantes. Si Guerrero no quiere echarse a los militares en contra, que lo aplique por un tiempo. Un mes, digamos. Si no funciona, que lo levante, pero si resulta efectivo, que lo vuelva permanente.La gravedad de la situación amerita decisiones firmes y drásticas. No podemos conformarnos con seguir contando los muertos.

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