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De: Petro Para: los bandidos

Gustavo Petro llegó a la Alcaldía de Bogotá sin la menor experiencia administrativa, sin vocación y sin el menor conocimiento de la ciudad.

20 de agosto de 2020 Por: Diego Martínez Lloreda

Gustavo Petro llegó a la Alcaldía de Bogotá sin la menor experiencia administrativa, sin vocación y sin el menor conocimiento de la ciudad.
Lo hizo simplemente como una estrategia política. Tras obtener 1.331.267 votos en las elecciones presidenciales de 2010, Petro vio la Alcaldía de Bogotá como un escalón clave para llegar al cargo que de verdad le interesa: la Presidencia de la República.

Por eso cometió toda clase de estropicios y su Alcaldía fue funesta para la capital del país. Una de las muchas metidas de pata que cometió fue el cambio que implementó en la recolección de basuras en la ciudad.

Desde que en 1994 se liquidó la Edis, la empresa distrital que prestaba ese servicio y que era un nido de corrupción y de politiquería, la recolección de las basuras se concesionó, con lo que el servicio de aseo mejoró considerablemente en la capital.

Pero llegó Petro y llevado por sus prejuicios ideológicos, acabó con ese modelo, con el argumento de que los privados se quedaron con un gran negocio que podía asumir el distrito.

De seguro Petro que, insisto, desconocía por completo Bogotá, ignoraba la historia de la Edis porque se propuso repetirla. Y ahí perpetró una serie de chapucerías que llevaron a la ciudad a una emergencia ambiental y que le costaron millones de millones.

La primera chambonada fue entregarle un negocio tan complejo a Aguas de Bogotá, empresa que no tenía experiencia en esa actividad. Y luego vino la compra de unos camiones recolectores de segunda mano que le costaron a Bogotá una fortuna y resultaron pura chatarra. Total, a Petro le tocó salir a pedirle cacao a los antiguos concesionarios que reasumieron el servicio.

Por ese desaguisado, que como ya dije no solo le costó a Bogotá un dineral sino que la sumió en una emergencia ambiental, la Procuraduría le abrió una investigación al Alcalde. Y terminó destituyéndolo con justa causa.

Petro enfrentó esa sanción con el populismo que lo caracteriza. Montó una serie de manifestaciones en la plaza de Bolívar que se llenaba de empleados distritales que acudían obligados. E interpuso una demanda ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos alegando que se le estaban violando sus derechos a ser elegido.

Esta institución primero dispuso medidas cautelares en favor de Petro, que lo retornaron a la Alcaldía y esta semana falló en su favor. El argumento de la Cidh es que los funcionarios elegidos por voto solo pueden ser sancionados por la Justicia ordinaria.

Como han dicho varios connotados constitucionalistas, ese fallo es una ingerencia inaceptable en la legislación colombiana. Y lo que es más grave, abre la puerta a que la corrupción, que ya de por sí está desbordada, llegue a niveles inimaginables.

Este país lo que necesita es poner más talanqueras contra un flagelo que nos está consumiendo. Y llega un organismo foráneo a decirnos que a los gobernantes corruptos solo los puede sancionar un aparato de justicia ineficiente y que no da abasto para cumplir con las obligaciones que tiene.

Los corruptos deben estar frotándose las manos con este fallo, que ordena incorporar ese principio a la legislación nacional.
Mejor dicho, Petro en el afán de salvar su pellejo, les hizo a los corruptos el mejor regalo que podían esperar.

Sigue en Twitter @dimartillo

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