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Carroadictos

Los adictos al carro sienten que no pueden vivir, ni movilizarse, ni pasear, ni desplazarse a ningún lado si no es abordo de su pichirilo.

20 de junio de 2019 Por: Diego Martínez Lloreda

Es una adicción tan letal como la que produce la coca, el cigarrillo, el alcohol o el sexo. Los adictos al carro sienten que no pueden vivir, ni movilizarse, ni pasear, ni desplazarse a ningún lado si no es abordo de su pichirilo.

Cada semana, cuando les toca el pico y placa les da un ‘mono’ terrible que sólo son capaces de superar adquiriendo un segundo pichirilo que los transporte durante esos nefastos días.

A pesar de que constituyen una inmensa minoría, apenas el 13,4% de los desplazamientos que se hacen en Cali se realizan en carro particular, se sienten los dueños de la vía. Y no les gusta compartirla con nadie.

Por eso detestan a los motociclistas, a los peatones, al MÍO, a los ciclistas y a cualquier otro ‘actor’ que pretenda disputarles su supremacía en las vías. Su adicción no les permite entender que las vías son de todos y que la autoridad está en la obligación de tomar las medidas pertinentes para que todos puedan disfrutarlas. Eso se llama equidad.

También son objeto de sus odios las ciclovías. Les parece el colmo que les ‘roben’ la pequeña franja que ocupan esos corredores y, peor aún, que el Municipio ‘dilapide’ recursos construyendo esos espacios.

Hay que ver la lora que dieron cuando se hizo la ciclovía de la avenida Cañasgordas, a pesar que se no se les quitó un milímetro de vía, pues se hizo sobre la berma. Lo que ocurre es que ellos se habían adueñado de esas bermas porque los dos carriles que tiene esa avenida no les bastan.
Porque otro hábito de los carroadictos es llevar a sus hijos al colegio en su vehículo. Pagarles bus les parece un despilfarro. Por eso, hay colegios del sur de Cali en los que centenares de niños llegan en los centenares de carros de los papis. (Eso es lo que tranca la Cañasgordas, no la ciclovía).

Que el Municipio quite los puentes peatonales y ponga en su lugar semáforos también pone histéricos a los carroadictos. A ellos poco les importa que con esta medida se favorece a los actores más vulnerables de las vías, los peatones, evitándoles el martirio de tener que subir y bajar empinadas escaleras para atravesar una calle.

¡Qué se jodan los peatones!, es lo que piensan cuando se hace un experimento como el que en buena hora se realiza en la Calle Quinta. ¡Cómo así que me toca esperar dos minutos en ese semáforo ‘solo’ para que un anciano, un niño o una embarazada no tenga que treparse a un puente peatonal!, se dicen para sus adentros.

Y también les encolerizó que le quitaran un carril a la Avenida Segunda Norte para hacer un parque lineal. Si en sus manos estuviera, pavimentarían el río Cali para tener más espacio para circular.

Confieso que yo llegué a padecer síntomas de carroadicción. Pero pude superar esa dependencia gracias a que adquirí un método de transporte alternativo: una pequeña motocicleta.

Este aparato evidentemente no beneficia mi salud, como sí lo haría una bicicleta. Pero tiene muchas ventajas: ocupa el 20% del espacio que usa un carro: consume el 10% de gasolina y contamina mucho menos que un vehículo de cuatro ruedas.

A los carroadictos les tengo la cura para su dependencia: ensayen métodos alternos para movilizarse. Caminen, anden en bicicleta, usen el MÍO, que en las troncales funciona aceptablemente. Y va a funcionar mejor cuando entre en operación la nueva flota que está en proceso de contratación.

De seguro, cuando den ese paso se darán cuenta de que la vida sí es posible sin carro. Así ahora esa sola perspectiva los ponga al borde de un síncope.

Sigue en Twitter @dimartillo

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