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¿Buenaventura? ¡guácala!

No nos digamos mentiras, esa es la expresión que se les escapa a muchos caleños, que nunca han ido más allá del kilómetro 18, cuando se les menciona esa ciudad portuaria.

26 de mayo de 2017 Por: Diego Martínez Lloreda

No nos digamos mentiras, esa es la expresión que se les escapa a muchos caleños, que nunca han ido más allá del kilómetro 18, cuando se les menciona esa ciudad portuaria.

Otra verdad: en Cali siempre hemos visto a Buenaventura por encima del hombro. Muchos caleños se han bañado en el Mediterráneo, en el Báltico, en el Caribe y hasta tienen apartamento en San Andrés. Pero jamás se han dado un chapuzón en Juanchaco, en Ladrilleros o en La Bocana.

Años atrás, algunos caleños hicieron sus casitas en Juanchaco o Ladrilleros. Pero ese tímido intento de colonización se vino a pique cuando se hizo la represa de Calima y los caleños consideraron que era mejor veraneadero una represa artificial que las exóticas playas del Pacífico.

La verdad es que Cali siempre ha vivido de frente a su fértil valle y de espaldas al Pacífico. Ese valle geográfico ha sido tan generoso que le ha permitido a la ciudad vivir sin necesidad de voltear a mirar al Pacífico.

Muy pocos de los ricos caleños han apostado por Buenaventura. El aporte de capital de esta ciudad a los cinco puertos que hoy existen en Buenaventura es mínimo. Esas terminales se han hecho con plata de otro lado. Y si no han invertido en los puertos, menos en el resto de la población.

Culturalmente, el valle geográfico y el Pacífico son dos mundos. Su música y su gastronomía son totalmente diferentes. En el valle lo que se escucha son los bambucos y la música andina, línea Mono Núñez . Y la salsa no entró a Cali por Buenaventura; vino directamente de Nueva York y Puerto Rico.

Los aires del Pacífico han comenzado a sonar en Cali gracias a unos cuantos quijotes, como Germán Patiño creador del Festival Petronio Álvarez, que se enamoraron de la cultura del Pacífico. Y entendieron su riqueza.

Como platos típicos del Valle se mencionan el sancocho de gallina, el atollado, las empanadas, las marranitas. Pero en ese inventario no está ningún encocado, ni ningún sudado, ni la chancaca, ni una sola de las delicias que se preparan en Buenaventura.

Insisto, Cali y el resto del Valle han vivido de espaldas al Pacífico y a Buenaventura. Lo que no significa que los problemas que padecen los bonaverenses sean solo por culpa de la indiferencia de los caleños.

No, esos problemas tienen múltiples causas: la inequidad de un Estado central que recibe al año cinco billones de pesos en diferentes tributos que se generan en Buenaventura y no le devuelve a esa ciudad ni el 5% de lo que recibe.

La corrupción y la mediocridad de la clase política de Buenaventura es otra causa directa del atraso de la ciudad. Los pocos recursos que gira la Nación no se invierten en solucionar las múltiples necesidades que tienen los bonaverenses, si no que se quedan en los bolsillos de su corrupta dirigencia.

¡Cómo puede salir adelante una ciudad en la que sus tres últimos gobernantes han terminado presos!

Sí, a los caleños no se les puede achacar la responsabilidad de lo que pasa en Buenaventura. Pero sí es increíble que Cali no haya entendido las ventajas competitivas que le da tener el principal puerto del país a cien kilómetros. ¡Ya quisieran los paisas o los rolos tener ese privilegio!

Pueda ser que los caleños algún día entiendan que el futuro de la ciudad está íntimamente ligado a lo que ocurra en Buenaventura. Y opten, de una vez por todas, por hacer una apuesta decidida por esa ciudad.

Sigue en Twitter @dimartillo

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