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Atraco en carne propia

“Uno siente como si lo estuvieran violando”.Así me describió un violentólogo ...

9 de mayo de 2014 Por: Diego Martínez Lloreda

“Uno siente como si lo estuvieran violando”.Así me describió un violentólogo la sensación que tiene una persona que es víctima de un atraco a mano armada, en plena vía pública. Pocos días después de que este experto me diera tan cruda descripción, tuve el infortunio de corroborar, personalmente, la validez de sus palabras.Ocurrió en la intersección de la Calle Octava con Carrera 34, un sábado por la tarde. El semáforo estaba en rojo y detuve mi carro detrás de una larga fila.Tan pronto paré, se me acercó un joven en una moto. A los pocos segundos sacó un revólver de una mochila, que llevaba colgada en su espalda. Me apuntó y me dijo: “Gonorrea deme su celular”.Sin mediar palabra le entregué el aparato. Pero mi atacante no se contentó con ese botín. En seguida me exigió que le entregara el reloj. Le expliqué que era un viejo artefacto que solo tenía un valor sentimental para mí. La explicación, por supuesto, no valió. Le entregué el reloj.Acto seguido me pidió la billetera. Tengo claro que lo peor en esos casos es oponer resistencia, pero me pareció que mi asaltante ya estaba demasiado garoso. Y, en un acto temerario del que me arrepiento profundamente, opté por tirar la billetera al piso del carro y le dije: “Cogela vos”.El hombre quedó tan sorprendido como yo. Y como ya tenía en su poder el celular y el reloj, aceleró la moto y emprendió la huida.Más que la sangre fría del atracador, me sorprendió la pasividad de la gente. Varias personas presenciaron el hecho y nadie movió un dedo para tratar de impedirlo. Esa falta de solidaridad, estoy convencido, es la responsable de la avalancha de atracos callejeros que padece la ciudad.En una actitud muy caleña, nadie hace nada para solucionar ese problema. La gente se limita a reclamarles a las autoridades que le pongan el tatequieto a los cacos. Pero es imposible poner una cámara o un policía en cada semáforo.De hecho, la madre de todos los problemas que vive la ciudad es que padecemos una suerte de síndrome del atraco en el semáforo. Los caleños estamos convencidos de que la solución de los males que padece la ciudad es de exclusiva responsabilidad de las autoridades. Y que a los demás solo nos corresponde sentarnos a esperar a que éstas actúen.Grave error. Los problemas de Cali, y de cualquier ciudad del mundo, solo se arreglan asumiendo un liderazgo colectivo, como lo manifestó esta semana, en Expogestión Pacífico, el profesor Ronald Heifetz.En el caso de los atracos callejeros, la única solución es un levantamiento civil. Si cada vez que un caco pretenda hacer de las suyas, todos los vehículos que rodean al que está siendo víctima del robo reaccionan de una forma masiva frente a la agresión --se prenden del pito, por ejemplo-- los ladrones se la pensarán dos veces antes de actuar. Y ojalá apliquemos esa fórmula para enfrentar todos los problemas de la ciudad.Emulando a John F. Keneddy, los caleños no debemos preguntarnos qué puede hacer la ciudad por nosotros sino qué podemos hacer nosotros por Cali. Lo primero que debemos hacer es dejar de quejarnos, y no seguir de brazos cruzados, esperando que las autoridades actúen. Y lo segundo, salir de ese ‘meimportaculismo’, del que los ladrones de toda laya tanto se han aprovechado.

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