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Adiós de un fiscal nefasto

Más allá de que Santiago Uribe sea o no culpable de...

4 de marzo de 2016 Por: Diego Martínez Lloreda

Más allá de que Santiago Uribe sea o no culpable de conformar grupos paramilitares, que es lo que le imputan, en el proceso que le siguen no ha habido actuaciones recientes: los testimonios que comprometen al sindicado fueron recopilados hace más de tres años. Y Uribe rindió indagatoria hace dos.Por eso, que detengan al hermano del expresidente Uribe a estas alturas parece obedecer más a esa condición familiar que a una razón jurídica. Con lo cual, esta caprichosa decisión tomada por la Fiscalía parece ser el regalo de despedida del más funesto personaje que ha estado al frente de ese ente.Todos suponíamos que Eduardo Montealegre, cuyas condiciones de jurista no se discuten, iba a ser un gran Fiscal. Nadie previó que el cargo se le subiera a la cabeza y que se convirtiese en un Napoleoncito.El balance de Montealegre es nefasto. En lo jurídico, la impunidad llegó a proporciones nunca vistas. Pero además utilizó su cargo para darse toda la pantalla del mundo, repartió millonarios contratos entre sus amigos y amigas y, para colmo, se dedicó a aplicar una justicia selectiva.El proceso contra su expatrón Carlos Palacino, por el escándalo de la quiebra de Saludcoop, lo metió en el congelador, pero a las investigaciones contra sus enemigos políticos, léase el uribismo, sí les metió el acelerador a fondo. No es de extrañar, entonces, que haya querido despedirse pegando la estocada final: la detención del hermano del expresidente Uribe.Lo que no creo es que Juan Manuel Santos haya tenido que ver con esa decisión. Y no precisamente porque su gobierno tenga un respeto sagrado por la independencia de poderes. Al contrario, este y todos los gobiernos han hecho lo posible por interferir las decisiones judiciales. Prueba de ello es que todos los presidentes buscan montar en la Fiscalía a un amigo manejable.Si en este caso Santos no intervino es porque esta detención es un verdadero torpedo para su intención de bajarle el tono a la polarización política que vive el país, de cara a la firma de la paz y, sobre todo, del plebiscito.Santos pretende que la gente no llegue a esa votación condicionada por la camiseta partidista, en el convencimiento de que no bastan los votos santistas para que el sí triunfe y hay que pescar apoyos de otras corrientes, entre ellos, de los uribistas moderados. Pero la decisión del Fiscal puso la polarización en su punto más alto, como lo han mostrado las manifestaciones de los partidarios de uno y de otro bando.De un lado, los congresistas del Centro Democrático organizaron frente al Palacio de Nariño un plantón reclamando la renuncia de Santos. Con todo lo ridícula que fue, al menos esa protesta surgió de forma espontánea. Peor me parece que el Presidente, o alguien de su entorno, le haya ordenado a los ministros responder los señalamientos uribistas. Y más lamentable aún que Gina Parody, que construyó su carrera a la sombra de Álvaro Uribe, salga con trinos tan destemplados como los que puso. ¿Si le parecía que la familia Uribe tenía vínculos con los paras por qué permaneció tanto tiempo al lado del exmandatario? Eso se llama 1: oportunismo y 2: ingratitud. Esas salidas se esperan de Roy Barreras, pero de Gina, a quien uno tiene por seria y recta, sorprenden.Lo cierto es que el más contrariado con todo esto debe ser el presidente Santos, porque con el uribismo en pie de guerra conseguir el sí en el plebiscito va a quedar bien de para arriba.

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