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Recordar a monseñor Isaías

El tiempo de una vida humana no son sus años, sino las...

16 de marzo de 2011 Por: Darío de Jesús Monsalve Mejía

El tiempo de una vida humana no son sus años, sino las huellas que la hacen perdurable. Y cuando éstas han quedado selladas con la propia sangre, dejan de ser meros rastros y se convierten en camino hacia la coherencia del sujeto, hacia el descubrimiento de la causa que le dio unidad vital y solidez imborrable. Podríamos pensar que las huellas se transforman en lección de vida y en interrogante inevitable para quienes frecuentan los mismos espacios en los que dicha vida desbordó los límites del tiempo. Surge entonces el deber de la memoria, pero ésta a su vez deja de ser pasado y se convierte en frecuentar el futuro por el que aquel extraordinario ser humano se jugó la vida. Nos encontraremos entonces con el profeta: aquella persona en la que el pasado y el presente son leídos con la fuerza interior de la visión, contemplados desde la luz intensa del amor que espera convencer y vencer. Y nuestro personaje tiene un misterioso paralelismo homónimo, de edad, ministerio y muerte con Isaías, el gran profeta bíblico, que vivió aproximadamente del año 765 al 702, antes de Cristo. Según una tradición judía, el gran profeta habría sido martirizado bajo la monarquía de Manasés. Fueron aproximadamente 63 años de una existencia fundamentada en la vocación (capítulo 6 de Isaías) que es la matriz de la vida, la razón de la fe y de esa voz que anunciaba como trompeta la Palabra creadora y denunciaba como fuego las conductas destructoras de la obra de Dios y de la Alianza del pueblo con Él. Le preocupaba al profeta Isaías, sobre todo, la corrupción moral que la prosperidad había traído al reino de Judá (capítulos 1-5). La justicia en las relaciones sociales, la absoluta confianza en Dios como fundamento de una política nacional e internacional basada en valores y no en la fuerza de las armas, el sentido del futuro y la razón de la esperanza animaban la predicación y el empeño del profeta del Antiguo Testamento.Sin pretender igualarlos, nuestro inmolado arzobispo de Cali, monseñor Isaías Duarte Cancino, en sus también 63 años de vida (15 de febrero de 1939 -16 de marzo de 2002), proyecta su estatura histórica como un inspirado eco de su gran homónimo. Leer al Isaías bíblico podría ser la mejor iluminación para acoger el mensaje de una vida, de un talante, de una prédica, de tantas obras y de una muerte violenta e, incluso, de algunos graves atentados post mortem que intentan desdibujar la entereza moral y el mensaje social evangélico de monseñor Duarte.Como Arzobispo Coadjutor de Cali, unido a mis hermanos en el episcopado del Valle y de Colombia entera, y recogiendo un sentir de la Iglesia y de la sociedad, a través de personas muy representativas que apoyan esta reconstrucción de la memoria y quieren liberarla del olvido, del silenciamiento y la desfiguración, invito a preparar los diez años del asesinato de monseñor Isaías, que se cumplirán en el 2012, volviendo sobre sus huellas y proyectando su cátedra de Evangelio y Doctrina Social en el qué hacer actual y futuro de nuestra comunidad eclesial y de las fuerzas sociales afines a la visión cristiana del hombre.Declaro abierta la iniciativa, que quisiéramos compartir especialmente con las Iglesias que él pastoreó y con las gentes del Valle del Cauca, Antioquia y Santander, lo mismo que con la Conferencia Episcopal, la Comisión Nacional de Reconciliación y la familia Duarte Cancino.*Arzobispo Coadjutor de Cali.