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Crisis por “Carne de Cristo”

Pasar del discurso a la realidad exige un ejercicio inmediato de nuestra libertad hacia la dignidad propia y de los otros, hacia el servicio y la entrega que producen el bien y la vida.

26 de agosto de 2018 Por: Darío de Jesús Monsalve Mejía

Pasar del discurso a la realidad exige un ejercicio inmediato de nuestra libertad hacia la dignidad propia y de los otros, hacia el servicio y la entrega que producen el bien y la vida.

Esa es la verdad que cuenta. Lo demás, puede ser especulación, manipulación ideológica y política, demagogia, engaño. La realidad no son historias y cuentos sino personas y situaciones.

La reflexión sobre la eucaristía como fuente y camino, centro y destino de quienes creemos en Jesucristo (Juan 6, 1-69), culmina en la liturgia de hoy con esas preguntas:

1) A quién le sirves con la totalidad de tu vivir: ¿a los ídolos o a Dios?
2) Con quién vives tu intimidad y la unidad afectiva de tu carne y corazón: con el “respeto cristiano”, como miembros del Cuerpo de Cristo, ¿o con el egoísmo natural de satisfacerse?
3)Te decides por comulgar con la persona completa de Cristo Jesús, Dios humanado, comulgando con su sacrificio, su “cuerpo y sangre”, o te gusta más el “también ustedes quieren marcharse” de Jesús hoy?

En la cotidianidad en que hemos de aterrizar el ejercicio de nuestra libertad interior, están a la orden del día tres crisis:
La crisis de identidad (saber quiénes somos).
De intimidad (decidir a quién amo, con quién vivo).
Y de trascendencia (cómo satisfago mis “necesidades profundas” y prolongo mi ser, más allá de tiempo y espacio).

Los discípulos de Jesús, especialmente Pedro, encontraron en la Carne de Cristo resucitado, reconocida en su cruz y encarnación y comulgada en la eucaristía, la respuesta vital: ¡“Tú tienes palabras de vida eterna”!

La crisis que les provocó la invitación a “comer la carne de Jesús”, se resolvió en la comunión sacramental y viva con él.