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Venezuela, nuevo intento

Los acuerdos que se logren en México frente a esos comicios podrían medir la voluntad del régimen en una ruta creíble hacia la democracia. Maduro hasta ahora ha utilizado los diálogos para engañar a los venezolanos y al mundo y apalancarse en el poder.

12 de septiembre de 2021 Por: Claudia Blum

Después de los frustrados acercamientos promovidos por el Vaticano en 2016, República Dominicana en 2018, y Barbados-Oslo en 2019, este año el régimen de Maduro y la oposición venezolana han iniciado en México un nuevo intento de negociación. Las rondas de agosto y septiembre han convocado la mirada internacional dadas las tensiones irreconciliables del pasado entre dos posiciones centrales divergentes:
las demandas de la oposición por restaurar la democracia, condición vital para reconstruir instituciones y la vida social y económica; y la exigencia del régimen frente al levantamiento de sanciones internacionales.

En esta ocasión, con la mediación de Noruega, y el acompañamiento de Rusia y Países Bajos, el nuevo esfuerzo cobra relevancia en un contexto que tiene elementos determinantes. Por una parte, la catástrofe humanitaria que no permite dilaciones. La migración sin precedentes hacia Colombia y otros países del hemisferio crece en forma exponencial y el 20% de los venezolanos han tenido que abandonar su patria. Ésta continúa ante padecimientos insostenibles por la intensificación en persecuciones políticas, la pobreza, la desprotección social y la destrucción del sistema de salud con grave impacto en la pandemia.

De otro lado, el diálogo se abre en medio de un proceso de elecciones regionales con participación de la oposición. Aunque es imposible desconocer que las fuerzas opositoras no han logrado la unidad deseada, han decidido enfrentar a un chavismo que mantiene una militancia respaldada por el clientelismo y los organismos del Estado y el control de las autoridades electorales. Ganarle al chavismo es complejo, pero la oposición perseguida por años necesita reconstruir sus estructuras políticas en las regiones.

Los acuerdos que se logren en México frente a esos comicios podrían medir la voluntad del régimen en una ruta creíble hacia la democracia. Maduro hasta ahora ha utilizado los diálogos para engañar a los venezolanos y al mundo y apalancarse en el poder. La comunidad internacional no puede permitir que el dictador logre nuevo aire y legitimidad, y debe presionar para que existan en esas elecciones garantías de transparencia con veeduría externa objetiva por parte de la Unión Europea, e incluso la OEA.

El régimen enfoca sus esfuerzos en la supresión de sanciones contra sus miembros. Escenario que debe estar condicionado a que exista un camino viable hacia el restablecimiento del Estado de Derecho y la democracia, que pasa por un acuerdo que asegure la convocatoria adicional de elecciones legislativas y presidenciales legítimas.

El proceso en México será espinoso. Se ha recibido con expectativa, pero también con escepticismo. Mientras la comunidad internacional espera avances hacia una solución a la incertidumbre dando paso a elecciones transparentes, libres y justas, el gran riesgo es que las esperanzas se desvanezcan por la intransigencia del dictador.

Para Colombia y Latinoamérica es un asunto prioritario. Maduro ha establecido conexiones con actores internacionales antidemocráticos, instituciones autoritarias y nexos con grupos armados e ilegales y sectores económicos corruptos que lo sostienen en el poder. El statu quo plantea costos e impactos humanitarios y riesgos en materia de seguridad que exigen a las democracias de la región mantener la presión internacional para empezar a construir democracia en Venezuela. Y poder decir que el intento valió la pena.