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Ensayo de Macbeth, su última actuación

Quienes amamos la ópera conocimos a Plácido Domingo como la superestrella que apareció en el Metropolitan Opera a los 27 años e hizo historia en el mundo lírico.

29 de septiembre de 2019 Por: Claudia Blum

Quienes amamos la ópera conocimos a Plácido Domingo como la superestrella que apareció en el Metropolitan Opera a los 27 años e hizo historia en el mundo lírico. Hoy, once mujeres lo acusan de acoso sexual y posibles comportamientos que, de probarse, son condenables bajo todo punto de vista.

Indudablemente, Plácido el artista fue uno de los mejores cantantes del siglo XX. El tenor y tardío barítono tuvo una voz de refinada musicalidad, singular y refrescante. Dio vida a más de 150 personajes, desde los más exigentes del bel canto de Donizetti, los románticos de Verdi, los complejos y densos wagnerianos, hasta los heroicos de Strauss. Tengo recuerdos de sus inolvidables actuaciones como Otello, Don Carlo, Rigoletto, Simón Bocanegra, Germont en Traviata, Miller en Luisa Miller, Calaf en Turandot, Cavaradossi en Tosca, Zurga en los Pescadores de Perlas, Maurizio en Adriana Lecouvreur, Gerard en Andrea Chenier, Pagliacci, Werther y Parsifal, papeles todos memorables. Como lo fueron también sus romanzas en operetas, canciones latinas y zarzuelas, y sus años de los tres tenores cuando con Pavarotti y Carreras acercaron la ópera a multitudinarios públicos. Sin olvidar su interpretación de Granada, del mexicano Agustín Lara, una de las canciones que revelaron su talento. Plácido siempre se conectó con la gente, emocionaba, se entregaba, transmitía lo esencial de las arias que interpretó.

Su espléndida carrera ha terminado con un escueto comunicado del Met que parece sugerir que se le ha pedido su retiro. A sus 78 años, y antes de protagonizar al personaje shakesperiano de Verdi, Plácido anunció su dimisión después de cinco décadas colmando las 3800 butacas del Teatro. El ensayo general con el traje de Macbeth fue su última actuación en el afamado estrado.

Sobre las denuncias en su contra, en una de sus entrevistas, Plácido dijo: “las reglas y estándares por los cuales somos, y debemos ser medidos hoy son muy diferentes de lo que eran en el pasado”. Afirmación que debemos rechazar. En el mundo machista, por décadas, hubo silencio y tolerancia frente al acoso sexual y laboral contra la mujer y son varias las causas de ese mutismo. Entre ellas, el pánico a hablar en momentos en que la sexualidad era tabú, se imponía el temor a ser victimizadas, y la violación a los derechos se soportaba por miedo a represalias cuando los abusos provenían de personas con poder. Hoy, con justicia, esa actitud de prepotencia de los hombres respecto a las mujeres está siendo revaluada. Y aunque algunos patrones de valores pueden cambiar con el tiempo, existen unos mínimos vitales y esenciales de la dignidad humana y la vida social que deben ser inamovibles.

Aunque habrá que esperar el resultado de las investigaciones, sus seguidores de tantos años quedamos con un enorme sinsabor al conocer las acusaciones y sus respuestas. Plácido tiene que afrontar su problema con altura, y asumir con responsabilidad las consecuencias de sus actos. Por sus posibles errores del pasado, su prestigiosa carrera no acabó en una ovación de pie como las que tantas veces recibió, sino en un simple ensayo tras bambalinas. Otro caso más que debería enseñar a las nuevas generaciones de hombres y mujeres que el respeto a los derechos y la integridad de las personas es sagrado, y no se puede encubrir ningún tipo de abuso o intimidación y menos admitir que se los minimicen por relativismos culturales o temporales.