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El destino que queremos

Los debates que se inician deben permitir que los ciudadanos sean conscientes de las diferencias de ideologías y planes de gobierno entre estos candidatos, para que los electores tomemos la decisión más informada posible.

27 de marzo de 2022 Por: Claudia Blum

En la fase definitiva de la campaña no podemos engañarnos: en la elección presidencial el país se la juega entre dos candidatos con claras diferencias de enfoque. De un lado Federico Gutiérrez, defensor nítido de los marcos democráticos y líder que plantea acciones integrales, racionales, francas y factibles para abordar las prioridades nacionales; y del otro Gustavo Petro, con un discurso populista que estigmatiza y divide, y propuestas de viabilidad cuestionada que anuncian el intervencionismo estatal que ha destruido a economías, instituciones y vida social de países cercanos.

Los debates que se inician deben permitir que los ciudadanos sean conscientes de las diferencias de ideologías y planes de gobierno entre estos candidatos, para que los electores tomemos la decisión más informada posible.

En el campo político, los votantes tendremos la responsabilidad de decidir entre la visión de Fico, comprometido en preservar la democracia y el pluralismo, la separación de poderes y en promover los derechos individuales, la libertad de opinión y la participación ciudadana en la gestión estatal; o la demagogia del candidato Petro, que desconoce los avances democráticos del país y que con lenguaje efectista plantea medidas que significarían concentrar el poder de la rama ejecutiva a costa de las demás, y generar mayor presencia estatal en las esferas de la vida y de las libertades ciudadanas.

En lo económico, cada elector definirá si apoya la visión de Fico sobre un país que genera empleo de calidad y reduce brechas de ingreso gracias a la competitividad del aparato productivo, la innovación, el emprendimiento y el crecimiento sostenible con responsabilidad ambiental. En contraposición a los modelos de intervención a ultranza del Estado y que estigmatizan la iniciativa privada y que presagian años grises para la reactivación y la confianza en la economía colombiana.

En materia social, es evidente que el próximo Gobierno deberá enfrentar grandes retos en pobreza e inequidad, en calidad de la educación y la salud, y garantizar apoyo a hogares vulnerables y sostenibilidad del sistema pensional. Sin embargo, los cómos de Fico y de Petro tienen diferencias significativas. En esencia, Fico nos plantea soluciones que involucran tanto al Estado como a los sectores privados y no gubernamentales, con rutas de acción que eviten que la inversión social de las próximas décadas quede al arbitrio exclusivo de entidades públicas ineficientes y expuestas a la politiquería. Con Petro, el país retrocedería a injerencias de corte monopolista del Estado en la salud y las pensiones, que traerán frustraciones por la burocratización y los riesgos para el manejo de los recursos en estos campos tan vitales.

También encontramos dos visiones distintas en cuanto a la seguridad. La de Fico, con respuestas integrales en justicia, aplicación de la ley, e inversión social focalizada para reducir la vulnerabilidad de comunidades afectadas por economías criminales. Y Petro, con un discurso más laxo, y una serie de argumentos difusos frente a la gravedad y respuesta ante el delito transnacional que trae miseria y violencia a los territorios y ciudades.

Estamos ante visiones disímiles que determinarán el futuro de nuestra Nación y la supervivencia del Estado democrático. Ante tan importante decisión, no debería haber cabida al desinterés o a la abstención. Al votar, cada ciudadano debe avizorar la ruta que va a tomar el país y ser consciente de que su voto llevará a Colombia hacia uno u otro destino.