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Descontento y pesimismo

Muchos vallecaucanos nos sentimos agobiados con este resultado y nos preguntamos qué está pasando en nuestra región y especialmente en Cali, una de las más importantes de Colombia.

24 de junio de 2018 Por: Claudia Blum

El 17 de junio Iván Duque superó a Gustavo Petro por 2 millones 339 mil votos y se impuso en 24 de los 32 departamentos del país. Sin embargo, Duque perdió en Cali con 352.766 votos frente a 446.477 de Petro, y en el Valle del Cauca sumó 746.819 mientras Petro ganó con 885.289.

Muchos vallecaucanos nos sentimos agobiados con este resultado y nos preguntamos qué está pasando en nuestra región y especialmente en Cali, una de las más importantes de Colombia. La explicación más probable es que esa votación refleja el pesimismo que se impone al sentir que nuestras urgencias son ignoradas y relegadas a un segundo plano.

Complejos problemas sociales, económicos y políticos frenan nuestra viabilidad y competitividad como ciudad y como región. No hemos tenido las políticas y acciones públicas para integrar a miles de colombianos que viven excluidos del desarrollo, compatriotas que llegaron a Cali del Pacífico y del Suroccidente escapando de la miseria, la violencia o los desastres naturales y viven una realidad de metas aplazadas por décadas en derechos sociales y económicos que desembocan en pobreza e inequidad extrema.

Nuestra educación vive en crisis. La cobertura en la primera infancia y la calidad en básica y media son lamentables. Los rendimientos académicos de los jóvenes son inferiores a los de otras ciudades, lo que frena su acceso a la educación superior de calidad y al mercado laboral competitivo. En Cali, un transporte masivo en crisis, barrios de ladera y del Oriente que dependen de un servicio inseguro e ilegal, y una red vial congelada en el tiempo, hacen que los desplazamientos sean invivibles. La corrupción ha carcomido a varias administraciones y no pocos elegidos a alcaldías y gobernaciones han terminado destituidos o en la cárcel. Y la inseguridad derivada de bandas criminales, alimentadas por el narcotráfico, persiste aquí con mayor fuerza que en otras zonas del país.

Nuestro nuevo presidente debe trabajar con los vallecaucanos para cambiar ese rumbo. Con políticas sociales ambiciosas para cerrar la enorme inequidad. Tal vez más que en otros lugares, son urgentes las metas educativas de Duque de avanzar hacia una educación preescolar universal, jornadas únicas en escuelas y colegios, y gratuidad en la formación superior de estudiantes de menores ingresos. Sus políticas para crear emprendimientos y competitividad teniendo en cuenta las vocaciones regionales deberían dar prioridad a Cali y Buenaventura. Su anunciado apoyo a megaproyectos en movilidad, elevaría la calidad de vida y productividad de Cali. Si en su lucha contra la corrupción elimina la mermelada a los congresistas, los proyectos de nuestra región se definirán realmente conforme a estudios técnicos y planes de desarrollo, y salvaremos recursos que aquí se asignan, pero no se ven. Su objetivo de enfrentar los cultivos ilícitos es vital para nuestra seguridad.

Un estudio de opinión publicado en mayo en varios medios encontró que el 72,5% de los caleños creen que las cosas van por mal camino, y un 62,5% de la gente del Valle piensa igual. Ese pesimismo tiene sustento real. Las iniciativas de Iván Duque tienen el potencial de impulsar el desarrollo social y la competitividad y de recuperar el optimismo y la confianza. Solo así podrá reducirse ese descontento que abrió puertas a las tentaciones del populismo, discurso riesgoso que sin duda aparecerá elección tras elección.