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Se encoge el mundo de Maduro

La OEA es una especie de parlamento panamericano donde reina una diplomacia generalmente amable y florida, entre 34 naciones. Mucha venia y mucho formalismo.

11 de abril de 2017 Por: Carlos Mejía Gómez

1. ¿Sirve la OEA? Fui embajador alterno ante la OEA ya hace muchos años. Desde entonces tenía dudas acerca de la eficacia del organismo. Comentábamos con el embajador titular, Francisco Posada de la Peña, que era mejor algo que nada. A fin de cuentas, la OEA podía ser un vehículo de eventual conciliación entre naciones americanas y en algunas materias se podían obtener provechosas tareas panamericanas conjuntas. Uno siempre quisiera que los organismos internacionales fueran más ágiles y eficaces. También comentábamos el asunto con la compañeras de la embajada, Consuelo Lleras Puga (Qepd), hija del expresidente Alberto Lleras Camargo, quien por cierto, había sido el primer Secretario General de la OEA; con María Consuelo Camacho (Qepd), hija del general y exministro Camacho Leyva, y entonces esposa del posterior Minrelaciones, Guillermo Fernández de Soto; y con María Emma Ardila, hija del empresario Carlos Ardila Lulle.

Algún día nos dijimos en conjunto que la diplomacia era casi siempre del más fuerte. Esto ocurrió cuando los Estados Unidos invadieron a Granada, esa pequeña nación caribeña que se había lanzado abiertamente hacia un comunismo hirsuto y retador. La OEA se limitó a aprobar por mayoría una declaración con la cual lamentaba el hecho. Cada embajador dejó una pequeña constancia en discursos de dos minutos. Loor a la no intervención en asuntos de otras naciones y a la autodeterminación de los pueblos. Ahí quedó todo. Además, qué podían decir los débiles socios de la OEA ante el dueño del mundo. Qué podían decir ante quien era -y es- aún el financiador del organismo (los demás países concurrimos con centavos mientras Estados Unidos por su tamaño, poder y presupuesto, sostiene este y los demás organismos multilaterales).​

2. Sí sirve la OEA. Pero hay que ser comprensivos. La OEA es una especie de parlamento panamericano donde reina una diplomacia generalmente amable y florida, entre 34 naciones. Mucha venia y mucho formalismo. Mucha prudencia al hablar. Pero, sin duda, en la OEA se obtiene comunicación entre naciones, programas en educación y salud, se pueden alcanzar conciliaciones (casi siempre en forma unánime), y se previenen conflictos menores a medianos.​

3. Se encoge el mundo de Maduro. Le cayó a Maduro la Carta Democrática de la OEA. En diez ocasiones han recurrido las naciones a este instrumento que desde 2002 protege la democracia (respeto a los derechos humanos, separación e independencia de poderes, libertad de expresión… etc.). Sólo ahora el propio secretario general de la OEA, Luis Almagro -y de estirpe izquierdosa- tuvo pantalones para poner en cintura al déspota venezolano. Faltan unos pocos países para alcanzar las dos tercera partes necesarias para suspender a Venezuela dentro de la Organización. Entre tanto, unas veinte naciones ya han intimado al dictadorzuelo y reabierto las puertas a nuevas elecciones. Una valerosa Fiscal evitó el golpe de Estado fraguado por el mal llamado TSJ (Tribunal Supremo de Justicia) que quiso arrodillar los poderes del Estado ante el tiranosaurio. El mundo de Maduro, de Diosdado y demás secuaces, es cada vez más pequeño.

Venezuela, con apoyo de la OEA y sus naciones serias y democráticas, deberá volver por sus laureles históricos. Y, esos sí, bolivarianos.