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¿Reconstituyente para Colombia?

¿Estabilidad constitucional? Los países serios preservan su Constitución. Se trata de principios fundamentales en pocos artículos. Una estructura fuerte y sólida, casi intocable, profundamente respetada y respetable. Se entiende que los principios fundamentales no pueden ser manoseados.

30 de agosto de 2017 Por: Carlos Mejía Gómez

¿Estabilidad constitucional? Los países serios preservan su Constitución. Se trata de principios fundamentales en pocos artículos. Una estructura fuerte y sólida, casi intocable, profundamente respetada y respetable. Se entiende que los principios fundamentales no pueden ser manoseados.

En 1886 se instauró una Constitución que duró 100 años. Se la denominó regenerativa: “Regeneración o catástrofe”, sentenció, entonces, el presidente Rafael Núñez. Sin embargo, no fue tan intocable. Padeció 70 reformas a lo largo de 23 gobiernos.
Desde el general Santander militamos en la idea de que todo se resuelve con la norma escrita. Por eso hemos llegado a tener leyes para todo. Así no se cumplan.

Un siglo de reformas. Fueron relevantes las reformas de 1903, de 1905, de 1910, de 1936, de 1945, de 1954, de 1957, de 1968, de 1986. Unas mejores que otras pero siempre pensando que la panacea estaba en la ley escrita. Creo que debimos consagrar unos preceptos fundamentales y deferir el resto a la ley. Pero también en las leyes nos hemos excedido. Recuerdo al gran pensador público que decía que nada había tan peligroso como un Congreso legislando. Y legislando a la carta, para el momento, sin que luego esas normas se cumplieran. Y así se reinicia un carrusel de disposiciones que siempre hay que estar cambiando. Hacia el infinito.

La carta de 1991. Para borrar todos los males patrios había que expedir una nueva Carta Fundamental. Todo lo malo derivaba de la Constitución de 1886 y todo lo bueno y celestial nos lo ofrecía la “nueva” Carta Fundamental del 91, la que hoy reina entre nosotros. Llevamos 26 años y 26 reformas. Pero tranquilos que todo será remediado con nuevos cambios legislativos. Con la ventaja, ahora, de que no tenemos constituyente primario únicamente (en nombre de la soberanía popular), sino constituyente derivado (en el Congreso) hasta donde se lo permiten, sino que ahí está la Corte Constitucional colaborando en la tarea: ¿Quién es más constituyente hoy que nuestra supercorte? Ella está más cerca de Dios.

¿Necesitamos constituyente? Tuvimos Asambleas Constituyentes para ‘constituir’ o ‘refundar’ la Nación en 1886 y para reconstituirla en 1991. Dada la oscuridad de nuestro horizonte, ¿se precisa una nueva Asamblea Constituyente? Algunos sectores, de buena fe, consideran que, dada la polarización nacional, es necesario un nuevo estatuto fundamental. Otros lo proponen por oportunismo: me refiero a Petro y a las propias Farc. ¡Vaya peligro!

En el plano de resolverlo todo con norma escrita, se ha puesto de moda proponer Constituyentes para muchas materias. La última es la reforma a la Justicia debido a que el Congreso y el propio Gobierno no han podido con el tema. Pero hay quienes le agregan otras materias. Y así podemos seguir hasta darle vida a una fiera suelta, a un verdadero Frankestein. Se sabe dónde comienza una Constituyente pero después no hay quien le corte las alas. Como tenemos fresco el problema de magistrados y congresistas nos saltan las ideas geniales, sobre todo en vísperas electorales: oportunidad de ponerle magia a las normas y oportunismo de sacar provecho para el 2018, reconstituyente para los que se sienten débiles. Entre tanto, sigue la impunidad como reina y madre habiendo, como hay, leyes para todo. Falta que las haya para todos.