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Está Maduro para dictador

Todo el mundo conoce lo que ocurre en Venezuela. Los sobrinos del Ejecutivo bañados en coca, el cartel de los soles con todos los premios gordos, incluido Pdvsa, el Ejecutivo armado y sostenido por su riquísimo generalato. ¿Y? No pasa nada.

19 de diciembre de 2017 Por: Carlos Mejía Gómez

Desconfianza. Lo enseñó hace siglos Aristóteles: “Tres bases tiene la tiranía: a.) producir la desconfianza ciudadana, b.) debilitarla y c.) degradarla moralmente”. Nicolás Maduro produjo esa desconfianza en Venezuela: salieron a las calles hasta el sacrificio, hasta la muerte y la cárcel. Muchos jóvenes regaron las avenidas con su sangre. Las motos asesinas y los fusiles no se detuvieron. A otros los recluyeron en Ramo Verde: recordemos a Leopoldo López. A otros los arrastraron desde sus cargos: Antonio Ledezma, alcalde de Caracas, tuvo que huir casi descalzo para ser escuchado en el exterior. La ex Fiscal debió escabulilirse para poder ir de país en país cantando los desafueros del dictador y su cuadrilla de descabellados. Pero por un rato Venezuela se hizo fuerte y digna, hasta donde pudo.

Debilidad. Pero el mandamás debilitó a los fuertes, a los valientes, a los héroes. El dictador se paró en las espuelas. Se inventó una Constituyente que el mundo entero rechazó. Pero esa Corte espuria decapitó la Constitución y la Asamblea Legislativa. Si anteriormente se habían concentrado los poderes en el déspota del Ejecutivo ahora lo hacía desde la cúspide de lo judicial y de toda la institucionalidad.

Los fuertes, pues, se debilitaron. Y se destrozaron: la oposición hecha trizas. ¿Querían elecciones? ¡Tengan! La oposición ingenua se dejó medir para gobernaciones. Y la máquina oficial los arrolló. Perplejos y frágiles, los jefes opositores se dividieron y luego se esfumaron. ¿Más elecciones? ¡Tomen! El gobierno se quedó con todas las alcaldías. La oposición aún no sabe qué ocurrió ni supo reaccionar. ¿Quieren más elecciones? Ahora va el gobierno por las presidenciales y cuanto antes. Vendrá la reelección de Maduro y el hormiguero de la oposición no toma camino. ¿Qué podremos reclamar ahora?

Degradación moral. Todo el mundo conoce lo que ocurre en Venezuela. Los sobrinos del Ejecutivo bañados en coca, el cartel de los soles con todos los premios gordos, incluido Pdvsa, el Ejecutivo armado y sostenido por su riquísimo generalato. ¿Y? No pasa nada. La OEA quemó sus últimos cartuchos. Todos los países (salvo los que comen en la mano madurista) han reaccionado sin que el déspota se despeine. A Estados Unidos se le agotaron las sanciones. Los indicadores económicos no pueden ser más desastrosos. El hambre sólo tiene una respuesta: el plato navideño se encuentra entre los basureros.

Adiós aún al chavismo. “El Estado soy yo”. ¿Nos sobreviene el castro-madurismo? Aunque el petróleo (el petro) ha mejorado y adoptaron la misteriosa criptomoneda (bitcoin) se sabe que Venezuela es propiedad ajena. Y con los nuevos dueños del vecino país, ¿qué más vendrá para ellos y aún para nosotros mismos?

Uribe vive. El Centro Democrático acordó a Iván Duque como su candidato y no pudo haber escogido mejor. Es cierto que hay asuntos por arreglar al interior del CD. Pero guardián tiene esa heredad. Apenas en pañales, ya Iván Duque encabeza las encuestas (con Fajardo). Y algo más: Uribe encabeza las consultas para Congreso. Queda un paso: acordar con Martha Lucía Ramírez que Duque sea el candidato único de su sector, incluidos todos los que desean cambios favorables para bien del país. Sin guerra, claro. Y en santa paz. Despacito.