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Esquizofrenia política

Escindidos. Decimos que el país está polarizado porque se debate entre dos extremos irreconciliables. Esto no es nuevo dado que nunca hemos tenido un criterio unívoco.

5 de junio de 2018 Por: Carlos Mejía Gómez

Escindidos. Decimos que el país está polarizado porque se debate entre dos extremos irreconciliables. Esto no es nuevo dado que nunca hemos tenido un criterio unívoco. De los nacientes partidos Liberal y Conservador por los años 1850 en el Siglo XIX derivaron, por ejemplo, la Constitución de Rionegro de 1863, de estirpe liberal, y la Carta de 1886, de talante conservador. Dos extremos. Las guerras civiles eran pan del día hasta la Guerra de los Mil Días con la que iniciamos el Siglo XX. Eran divisiones de vida o muerte. Así llegamos a la época de la Violencia de los años 50, una de las más cruentas de la historia americana. Luego vino el quiebre institucional con la dictadura de Rojas Pinilla. Supimos reponernos con el Frente Nacional. Allí observamos que las ideologías por las que nos habíamos masacrado no tenían diferencias mayores entre sí. Ambos partidos respetaban la estructura institucional, social, económica y política de la nación. Luego ha sobrevenido una montaña rusa de problemas con la subversión organizada y el narcotráfico.

Allí sí encaramos la vida o la muerte de la nación. Por 53 años vivimos, ya no una guerra civil, sino la pugna entre sobrevivir como un Estado institucionalizado o una nación dominada por ideas de extrema izquierda importadas de Cuba o Venezuela. Ese riesgo mayor parece hoy superado con el proceso de paz con las Farc y con la derrota electoral de todos los extremismos. Ha quedado un asomo de peligro con la actitud política del señor Gustavo Petro quien seguramente será superado el próximo 17 de junio por Iván Duque Márquez. Con Petro y sus ideas extremistas podríamos correr el riesgo contra las instituciones democráticas, el sistema económico y, por allí, contra todos los principios de nuestra democracia representativa y participativa.

Petro significaría el gran triunfo de nuestra guerrilla por medios no violentos. No se trata de asustar a nadie sino de mostrar la verdadera realidad nacional para que la gente escoja.

Esquizoide. La diferencia de la actual campaña electoral con nuestros pasados escenarios políticos consiste en que lo que nos opone nuestro sistema institucional tiene naturaleza estructural. Se trata de la sustitución de un Estado por otro Estado: del Estado que conocemos (con todos sus defectos) por un sistema desconocido y ajeno a nuestra historia. Por un Estado sin libertades, sin respeto a los derechos humanos, sin economía de mercado, sin iniciativa privada como motor del desarrollo.

Así, pues, lo que estamos viviendo no es una mera polarización entre lo que ha dado en llamarse (impropiamente) una postura de derecha y otra de izquierda. Una verdadera escisión de nuestras estructuras fundamentales.

Allí caemos no en una simple polarización sino en una escisión misma del Estado. Eso sí es bien grave porque es la sociedad esquizofrénica o, al menos, esquizoide. Para decirlo en forma elemental, la esquizofrenia es una forma de demencia en la que una parte del ser no conoce, no reconoce, no identifica, no acepta otras partes del mismo ser. Una parte del Estado que no identifica ni acepta ni reconoce el verdadero Estado nuestro y pretende sustituirlo por otro. Y no creo que Colombia quiera semejante horror.