Emociones emocionales
1. El género en las emociones. En nuestros viejos tiempos las emociones...
1. El género en las emociones. En nuestros viejos tiempos las emociones tenían sexo (género). a. Amor y afecto: una emoción con faldas. La ternura era un don femenino: sólo ahora se acepta que el hombre puede y debe expresar afecto. Siendo el amor el rey de las emociones, carecer del mismo equivale a cercenar el propio instinto de vida: al hombre le era permitida la genitalidad pero prohibida la sexualidad integral, esa que permite la preservación de la especie en armonía y en un plano de igualdad entre el varón y la mujer. Ya los jóvenes de hoy (si no se exceden) viven un mundo de mayor y mejor equidad. b. Alegría: una emoción de machos. En aquellos tiempos la alegría era la calle: mientras el varón no tenía límites, era la mujer la que se casaba para asumir el hogar. El peor insulto para una mujer era señalarla como mujer alegre o de vida alegre. También ahora las cosas han cambiado al punto de que todos por igual se permiten las mismas libertades, las buenas y las malas. c. Miedo y tristeza: dos emociones femeninas. Los varones no podíamos sentir miedo, o al menos expresarlo, so pena de afeminamiento. Las mujeres, en cambio podían temblar impunemente aún ante inofensivos animalitos caseros. ¿Y llorar?: Cosa de nenas. Por eso a las anteriores generaciones nos resultan tan difíciles las lágrimas de alivio y los duelos necesarios. d) Y la agresividad: emoción masculina. El sometimiento milenario de la mujer se debe a que se le castró desde siempre el derecho a expresar agresividad, a ser combativa, creativa, conquistadora. Si bien la agresión es patológica en cuanto se pasa de la fantasía al acto, la agresividad significa la sublimación del instinto de muerte en creatividad y ejecutorias. Siempre se vio mal a la mujer dinámica, de iniciativa, creativa, luchadora, emprendedora. Hoy las cosas han cambiado dramáticamente para bien. La mujer ha conquistado su derecho al logro y empieza a escalar todo tipo de posiciones de liderazgo. ¡Bien por eso! Y a eso se debe esta nota.2. Las damas de hierro. Yo lamento que no hayamos llegado aún a facilitar el acceso presidencial a una mujer: seguramente ellas lograrían el equilibrio entre el obsesivo animus imperandi masculino y la amorosa vocación de servicio femenino. Me refiero a que ya vamos encontrando damas que logran lugares de comando en ministerios, embajadas y, lo más difícil, en los entes de control.Quiero dar un enfoque diferente a lo que ha ocurrido con la Fiscal General. Si hubo fallas y fallos que se surtan y si había de caer que cayera. Pero conviene significar que existan ya en nuestro entorno mujeres con el talante y el talento para acceder a cargos de la complejidad de la Fiscalía y la Contraloría General. Si demandan sus elecciones, que decida la Justicia. Aquí no hablo como abogado, como político o como periodista circunstancial sino desde la perspectiva de la psicología y la sociología, es decir, de la condición humana. Es importante que las mujeres en nuestro medio puedan acceder a las cumbres borrascosas del poder, a vivir una sana agresividad, lo mismo que a disfrutar de la alegría de vivir. Del modo como hay que celebrar que ya a los muchachos de hoy se les permita la opción de la ternura, la tristeza y el miedo que para nosotros fueron frutas prohibidas.