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Emociones emocionales

1. El género en las emociones. En nuestros viejos tiempos las emociones...

4 de abril de 2012 Por: Carlos Mejía Gómez

1. El género en las emociones. En nuestros viejos tiempos las emociones tenían sexo (género). a. Amor y afecto: una emoción con faldas. La ternura era un don femenino: sólo ahora se acepta que el hombre puede y debe expresar afecto. Siendo el amor el rey de las emociones, carecer del mismo equivale a cercenar el propio instinto de vida: al hombre le era permitida la genitalidad pero prohibida la sexualidad integral, esa que permite la preservación de la especie en armonía y en un plano de igualdad entre el varón y la mujer. Ya los jóvenes de hoy (si no se exceden) viven un mundo de mayor y mejor equidad. b. Alegría: una emoción de machos. En aquellos tiempos la alegría era la calle: mientras el varón no tenía límites, era la mujer la que se casaba para asumir el hogar. El peor insulto para una mujer era señalarla como mujer alegre o de vida alegre. También ahora las cosas han cambiado al punto de que todos por igual se permiten las mismas libertades, las buenas y las malas. c. Miedo y tristeza: dos emociones femeninas. Los varones no podíamos sentir miedo, o al menos expresarlo, so pena de afeminamiento. Las mujeres, en cambio podían temblar impunemente aún ante inofensivos animalitos caseros. ¿Y llorar?: Cosa de nenas. Por eso a las anteriores generaciones nos resultan tan difíciles las lágrimas de alivio y los duelos necesarios. d) Y la agresividad: emoción masculina. El sometimiento milenario de la mujer se debe a que se le castró desde siempre el derecho a expresar agresividad, a ser combativa, creativa, conquistadora. Si bien la agresión es patológica en cuanto se pasa de la fantasía al acto, la agresividad significa la sublimación del instinto de muerte en creatividad y ejecutorias. Siempre se vio mal a la mujer dinámica, de iniciativa, creativa, luchadora, emprendedora. Hoy las cosas han cambiado dramáticamente para bien. La mujer ha conquistado su derecho al logro y empieza a escalar todo tipo de posiciones de liderazgo. ¡Bien por eso! Y a eso se debe esta nota.2. Las damas de hierro. Yo lamento que no hayamos llegado aún a facilitar el acceso presidencial a una mujer: seguramente ellas lograrían el equilibrio entre el obsesivo animus imperandi masculino y la amorosa vocación de servicio femenino. Me refiero a que ya vamos encontrando damas que logran lugares de comando en ministerios, embajadas y, lo más difícil, en los entes de control.Quiero dar un enfoque diferente a lo que ha ocurrido con la Fiscal General. Si hubo fallas y fallos que se surtan y si había de caer que cayera. Pero conviene significar que existan ya en nuestro entorno mujeres con el talante y el talento para acceder a cargos de la complejidad de la Fiscalía y la Contraloría General. Si demandan sus elecciones, que decida la Justicia. Aquí no hablo como abogado, como político o como periodista circunstancial sino desde la perspectiva de la psicología y la sociología, es decir, de la condición humana. Es importante que las mujeres en nuestro medio puedan acceder a las cumbres borrascosas del poder, a vivir una sana agresividad, lo mismo que a disfrutar de la alegría de vivir. Del modo como hay que celebrar que ya a los muchachos de hoy se les permita la opción de la ternura, la tristeza y el miedo que para nosotros fueron frutas prohibidas.