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¿Se quiere inmortalizar la Corte?

Conversando hace pocas semanas con un familiar del procurador Aramburo, recordamos que...

14 de noviembre de 2010 Por: Carlos Lleras de la Fuente

Conversando hace pocas semanas con un familiar del procurador Aramburo, recordamos que tuvo a bien llamar la atención al presidente Lleras Restrepo por haber hecho comentarios políticos, inaceptables en ese entonces en un Jefe de Estado; encima de todo, ¡renunció! Lleras, que era un cachaco civilizado y no un insolente gañán, pidió excusas y le solicitó al Procurador que permaneciera en su cargo de defensor de la democracia: felices épocas aquéllas.Estas actitudes que podrían haber sido alabadas en Grecia, permanecen en la historia de Colombia y en ella aparecerán Aramburo como el magistrado integérrimo y Lleras como un demócrata integral. Curiosamente estos nombres salen a relucir, o cuando el Procurador no obra ‘secundum legem’, o cuando el Presidente se revela como en el caso de Ordóñez y Uribe.Por su parte, la Corte Suprema de Justicia ha dado muestra de independencia y de valor frente a la alevosía del Presidente y a la persecución de la que fueron objeto los magistrados.La Corte, y esto lo supongo yo, sintió que ninguna persona demasiado amiga de Uribe y poco valerosa, sería garantía del buen uso de las facultades de un Fiscal General y pienso que por ello no eligió a ninguno de los integrantes de esas ternas sospechosas de futuras maliciosas interpretaciones de la ley, que sería lo que ocurriría, por ejemplo, si Juanito Lozano o Benedetti hicieran parte de una terna para elegir al titular de tan importante cargo.Por estas suposiciones y encontrándolas fundadas, he sido un constante defensor de la Corte y quisiera seguir siéndolo a menos que los hechos me demuestren que he estado equivocado.La prueba de que no, tendría que ser la elección -ojalá este año- del Fiscal General; por una parte, la Sala de Consulta del Consejo de Estado dio la razón a quienes pensamos y opinamos que el Presidente podía cambiar a uno o todos los integrantes de una terna, pues éstos carecen de derechos adquiridos y la sola expectativa de elección no significa nada. Decir lo contrario es desconocer las facultades del Presidente.Siendo así las cosas y sin hacer caso de los leguleyos que ya improvisan teorías de toda índole para sabotear el proceso, la Corte tiene que escoger ya de una terna magnífica que garantiza el éxito de su escogencia, especialmente respecto a dos de los nombres puestos a la consideración pública.Si la Corte quiere inmortalizarse no debe recurrir a disculpas ni a burdos trucos, los intereses de los grupos en pugna deben desaparecer y los colombianos podremos iniciar un nuevo año sin más incertidumbre. De no ocurrir así, el prestigio que ha ganado el Alto Tribunal se vendrá abajo y pasará de ser defensor de los altos intereses de Colombia a ser estorbo en el funcionamiento normal de las instituciones.La situación del país no está para gracias, señores magistrados.***Conviene a la tradición bogotana que vuelva a utilizarse la casa de Hatogrande, otra de las generosas donaciones de Mercedes Sierra de Pérez, ésta al Estado para casa de descanso del Presidente de la República.Mi padre la usó en forma constante pues nosotros somos de los que siempre han gustado de ‘veraneos’ en tierra fría y allá pasamos varios fines de semana con chimenea y libro.En aquel entonces hubiera sido exótico ver al Presidente ‘descansando’ en la casa de huéspedes de Cartagena y como creo que en la familia nadie ha tenido Ubérrimo, ni querría tenerlo, aquel delicioso retiro suple las necesidades del Jefe del Estado.