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Réquiem por Icollantas

Carlos Lleras Restrepo ideó y creó el Instituto de Fomento Industrial, siendo...

30 de junio de 2013 Por: Carlos Lleras de la Fuente

Carlos Lleras Restrepo ideó y creó el Instituto de Fomento Industrial, siendo Ministro de Hacienda y Crédito Público de Eduardo Santos, por decreto ley 1157 de 1940, complementado luego con el 1439.En su memoria de hacienda de 1940 dice: “Poner el crédito al servicio de la economía nacional, a una forma tal que se ensanche o se contagie precisamente en los momentos y en la medida en que el desarrollo nacional de la economía lo requiera; adaptar las modalidades de los préstamos a las características de la actividad que se quiera fomentar o sostener; llevar el capital necesario a aquellos ramos que necesitan de él y no ponerlo, por el contrario, al servicio de perjudiciales especulaciones, son todas finalidades cuya consecución debe necesariamente conformar una sana política financiera. Tropezase en su camino no sólo con la insuficiencia de capitales en un país como Colombia, sino con la dificultad de orientarlos debidamente, y sobre todo con la imperfección inagotable de los instrumentos técnicos hasta ahora usados por la regulación del crédito”.Explica Lleras que no es fácil en Colombia levantar capital suficiente para montar una empresa de cierta envergadura, que tampoco puede nacer únicamente con crédito, y que por ello se requiere una entidad que invierta en el capital de nuevas empresas, junto con el sector privado, para que ellas en el camino saneado de su desarrollo se privaticen mediante la venta de las acciones de dicha entidad al sector privado; este fue el IFI.Lleras, que a sus 30 años tuvo que enfrentar los problemas que afectaron a Colombia como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, tan cercana a la crisis de 1929, se inclinó por la promoción de empresas dedicadas a la fabricación de productos básicos y a la transformación de materias primas nacionales; el capital sería un 51% del Instituto que tenía otras importantes funciones señaladas en el decreto de su creación, sin perjuicio de venderlo cuando ya no perjudicara el futuro de la beneficiaria.El primer problema que presentó el Instituto fue el de la carencia de llantas cuya producción estaba destinada, primero a los aliados y más adelante al ejército norteamericano; sin llantas el país se quedó sin vehículos que sí se producían en Estados Unidos pero que se exportaban sin llantas; de hecho aún después de la guerra y una vez creada la Industria Colombiana de Llantas - Icollantas pero antes de que se iniciara la producción masiva, el gobierno norteamericano notificó a Colombia que como ya había llantas, volvería a la vieja política de vendernos los vehículos sin ellas, lo cual generó grave crisis mientras se explicaba a esos tradicionalmente ayudadores vecinos que teníamos fábrica pero incipiente. Al final se aclaró todo pero era latente que Icollantas no sólo era indispensable para el país, cómo lo reiteraron todos los periódicos de la época, sino que con su creación se cumplieron dos finalidades financieras: el uso del caucho de producción nacional y la inversión extranjera directa de la B.F. Goodrich, renombrada empresa norteamericana.Tuvo el país la suerte que desde un comienzo se puso a la cabeza del proyecto a Don Antonio Puerto, ejemplar hombre de empresa, con visión del futuro, habilidad negociadora y eficientísimo administrador.Entre 1942 y 1946, cuando se inició la plena producción, desarrollo aquél una incansable actividad que en su momento complementó Lleras Restrepo como Presidente de la Junta Directiva, Puerto sabía que el desarrollo del país había que hacerlo “sobre ruedas” pese a que ya en ese entonces nuestra infraestructura era mediocre.Pero Icollantas creció, el IFI vendió sus acciones al sector privado y la Goodrich parte de ellas a su filial mexicana, Goodrich Euzkadi. Los inversionistas extranjeros negociaron desde una fuerte posición la compra de las acciones de colombianos, y continuó exitosa hasta el desastre financiero de los últimos años: gajes de la apertura y del dumping que el gobierno no ha sabido, y no sabe bien, ni manejar ni controlar.Puerto y Lleras, sobre todo el primero estarían hoy de luto riguroso auncuando los jóvenes economistas sigan diciendo, “si no pueden competir, que se quiebren”. ¡Y se quebró!