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Poesías curiosas

Conocí al médico Hernando Martínez Rueda hace muchos años; era hombre brillante,...

11 de noviembre de 2012 Por: Carlos Lleras de la Fuente

Conocí al médico Hernando Martínez Rueda hace muchos años; era hombre brillante, buen conversador y poeta nato, pero no serio y es por ello que publicó en reducida edición versos ingeniosos al estilo de… cualquier poeta que valiera la pena.Esa obra quedó en la biblioteca de mi padre pero a través de un amigo logré conseguir un fascículo que él denominó plagiando a Neruda, ‘Varios sonetos y una canción desesperante’ que tuvo como autor a ‘Martín Hernández de la Roda’ que es casi un acróstico de su nombre (falta una ‘u’).El título general del librillo es ‘Tres Momentos de la Niña’ y los títulos me llevaron a revisar las obras completas de José Asunción Silva pues al menos tres de los sonetos (La niña quieta, La niña inquieta y La niña cóncava) tienen una clara inspiración en el poeta bogotano y escogí los siguientes poemas para hacer un salpicón y buscar la fuente de los de Hernández de la Roda: Al oído del lector, Infancia, Juntos los dos, Poeta dí paso, Una noche, Resurrección, Nupcial, Serenata, Luz de luna, Día de difuntos, Notas perdidas y Nocturno (Banco de la República, 1965). Al revisar la Antológica de la poesía colombiana de Charry Lara, agregué a los anteriores ‘La Canción de la vida profunda’, de Barba Jacob. Me gustaría que algunos lectores, que mis nietos me dicen que insultan a mi difunta madre, se encauzaran por el camino de la poesía, estudiaran los temas y me dieran a conocer sus conclusiones.En cuanto a los demás poemas, ‘Canción desesperante’ y ‘La Luna’ (este último sobre el poema La Luna, de Fallon) creo que son obras de inspiración de este último.Reproduzcamos los textos:La niña quieta / En su cristalizado movimiento / circula una corriente submarina / presa en la copa de su piel salina / la flor del encanto y la ansiedad del viento// Está en sus venas encerrado el lento / fluir inmóvil que su ser domina, / azul como la voz donde camina / disecando libélulas su acento // Asombrada quietud de sangre y nieve / la oscilación vital apenas mueve / la aérea red sutil que la consiente // Pero en su trenza, oscurecida luna, / intacto aroma tiembla como una / garza, que el lazo arrebatada siente. La niña inquieta / Más ágil que las aguas y más loca, / tu risa se adelanta a tu carrera, / floreciendo campanas cual si hubiera / paralizado el canto entre tu boca // El río de tu fuga apenas toca / las piedras con su espuma pasajera. / Y va detrás de ti la primavera / diciendo lirios rojos en la roca. // Se paran en el aire estalactitas / de silencio a mirarte, si te agitas; / si te detienes, se detiene el día. // Frágil llama de sal en movimiento / coral de brisa, arraigas en el viento. / Ni tu propia inquietud te alcanzaría.La niña cóncava / Gritos de ayer y lirios de futuro / en la concavidad de su mirada. / Realidad inepta de la nada, / losa de nieve en flor de cielo puro. // Miro el mirar de su mirar oscuro, / redonda estrella de la faz yelada. / Abrió el sol esa rosa enamorada / que cristaló la luna de cianuro // Árbol de huesos, húmedas raíces / hunde en la brisa estéril de la muerte / floreciendo recuerdos y lombrices. // Nada un sueño en el río de la suerte. / Marinero de piedra: ¿qué me dices? / ¿Cuándo el otoño volverá a perderte? Canción desesperante / El instinto cruje en mis venas / (red subterránea, hondo vino canicular) / y dice aquella canción agreste, / aquella canción antigua y fuerte: / la canción del instinto ancestral // La luna moja entre mi herida / (la luna, seca estatua de nieve y sal) / moja sus dedos, fría dulzura silenciosa, / con amargos gritos de metal // Esta noche ha venido el viento / (el viento, pájaro de bronce que nada en la noche polar) / ha venido el viento, trae un olor sonoro y transparente: / olor de lecho líquido donde la luna se conmovió de sal // Se paró el surtidor perdido / (perdido en la hora intensa de un día negro y fatal) / Se perdió en el aire de piedra de un cielo fatal y negro, / un pálido cielo mortal.