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Los embajadores de Colombia

Después de leer libros ya comentados sobre la realidad colombiana, he revisado...

20 de marzo de 2016 Por: Carlos Lleras de la Fuente

Después de leer libros ya comentados sobre la realidad colombiana, he revisado mi archivo mental y, no inesperadamente, he buscado el turno de nuestro servicio diplomático.Desde viejos tiempos cuando el personal de Cancillería era, o de carrera o de profesionales preparados, cultos y bien educados, vinimos a caer en una clase muy especial de diplomáticos que desacreditan al país.Mi padre reglamentó la carrera diplomática pero al final de su cuatrienio confesó que era uno de los pocos sectores donde no había tenido éxito pues entre el Ministro del ramo y los políticos le complicaban la vida; de ahí en adelante nadie volvió a preocuparse por su personal y su buen desempeño siendo de lamentar los casos de diplomáticos procesados y aún encarcelados en los últimos años.Poco a poco se vienen descubriendo casos lamentables que no son culpa de María Ángela Holguín, cuyos orígenes no le permitirían esos resbalones, si no fuera porque tanto Uribe como Santos parecen carecer de aquellos.Dejemos de comentar hoy, por exceso de buena educación, los numerosos funcionarios implicados por familiares politiqueros o mártires, que han surtido de gente mediocre la cancillería (Léase “el servicio exterior”).De la lectura del libro Los colombianistas, ya comentado en esta columna, surge con claridad que en los últimos años del siglo XX la diplomacia se pudrió, y que el mejor embajador del país ha sido y sigue siendo, Pablo Escobar. Por él y por desgracia nos conocen en el mundo entero.Los únicos seminarios o cursos sobre Colombia, que generalmente no tienen estudiantes en los países civilizados, se ven fortalecidos cuando se trata de hablar de narcotráfico y de criminales, especialmente de Escobar quien, con ayuda de la televisión colombiana y desde hace años, viene ganando creciente notoridad.El profesor Pierre Gilhodes, bien conocido en nuestro país, dice: “[…] como desde el punto de vista académico Colombia no es ese tema de primer orden para la gente de América Latina, este trabajo no tiene notoridad. En el decenio de los ochenta, la droga era un tema que se podía vender en el mercado editorial pero Colombia, como tal, no era una buena oferta en los ambientes académicos; no había lectores, no había demanda. Eran tierras desconocidas, la gente no sabía donde quedaba Colombia”.Y agregó, respecto de sus investigaciones y estudios hechos como profesor del Externado: […] la mejor parte de lo que escribí, está inédita… Nunca se publicaba en editoriales importantes”.Y el profesor Safford, quien colaboró con la Universidad de los Andes, dice: “Colombia es uno de los países más desconocidos… por ejemplo, New York Times no tiene corresponsal en Colombia […], por lo tanto en los Estados Unidos lo único que se conoce de Colombia son los desastres, la droga y la violencia”.Y: “En la primera edición del libro de Thomas Skidmore y Peter Smith sobre América Latina Moderna, se citan los casos de Argentina, Brasil, Chile, Perú, América Central, el Caribe, y no aparece Colombia que es el tercer país de la región […] tampoco aparecen Ecuador y Venezuela”. La Gran Colombia, agrego yo.La diplomacia colombiana, comenzando con el Presidente de Colombia, no tiene contacto sino con políticos (la mayoría de medio pelo) pero con la intelectualidad, nunca. Nuestros embajadores, en general, son incultos: no leen, no oyen música, no se mezclan -por lo tanto- con los intelectuales del país donde ‘sirven’.El segundo gran embajador de Colombia es García Márquez y éste afortunadamente para bien; los cursos y seminarios sobre sus escritos suelen ser concurridos en el hemisferio norte que, naturalmente, no conoce la existencia de Bogotá ni de nuestras ciudades sobre la Costa Atlántica o las cordilleras, sino únicamente Macondo, que de un pueblo de quinta pasó a ser la imagen triste de Colombia.La imagen del país queda así completa: medio intelectual y medio mafioso.