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Lleras, 200 años (II)

He de suponer que tanto desocupado, ignorante y guache que anda por...

10 de julio de 2011 Por: Carlos Lleras de la Fuente

He de suponer que tanto desocupado, ignorante y guache que anda por ahí podría exclamar con el horror de los torpes: ¿200 años de Lleras? ¡Qué desastre! Pues bien, cuando un edificio se construye con el esfuerzo y el sacrificio de muchos, y sobre bases sólidas, importan un bledo las críticas de los necios.Y para ellos y dando continuidad a mi artículo de la semana pasada quiero agregar que, vinculada la familia al Gimnasio Moderno, años más tarde mis dos hermanas dieron clase a los más pequeños y mi padre, en 1944 junto con Daniel Samper Ortega, creó la Escuela de Negocios del Colegio y fue su primer rector; tiempo después se fusionó con la incipiente Universidad de los Andes que recibió el enorme impulso que la elevó a las grandes ligas, así a muchos se les haya olvidado.Por cierto que en el Gimnasio, por muchos años, existió el “Árbol de los Lleras” llamado así porque durante los recreos 20 ó 30 jóvenes Lleras -con esa herencia tribal que ha caracterizado a la familia- se reunían alrededor de él.Cuando cerró sus puertas el Colegio Duque por la deserción de don Julio Duque y don Alfonso Jaramillo, Agustín Nieto llamó a mi padre y le insistió en que yo, que había quedado en el aire, tenía que continuar la tradición familiar e ingresar al Gimnasio. Mi padre, en actitud muy propia de él le contestó al rector: “Agustín, usted vuelve ecuánimes a los jóvenes y yo no quiero un hijo ecuánime” y fui a parar al Liceo Francés a primero de bachillerato sin saber una sola palabra en ese idioma. El tránsito fue duro y no, no soy ecuánime, “cualidad que suele encubrir la doblez y la cobardía de tanto colombiano”.Mi padre fue profesor de Hacienda Pública en la Universidad Nacional, y por muchos años; era graduado de ella y ganó su cátedra vitalicia por concurso al recibir el premio José Félix de Restrepo (por cierto abuelo de mi tatarabuelo). Iba tres veces por semana y en un acto de infinita crueldad me llevaba “a jugar fútbol” con el chofer del Ministerio de Hacienda, Salvador Patiño. Pienso que mi alergia al deporte es consecuencia de este hecho, que violaba mi derecho al libre desarrollo de la personalidad, que en ese entonces no existía, y era reemplazado por la rebeldía que tanto él como yo usamos con frecuencia.Por cierto que los conservadores, que no se sentían obligados a cumplir las leyes durante la hegemonía 1947-1957, lo botaron de la Universidad junto con un grupo importante de intelectuales, varios de ellos también laureados.Pero, basta de educadores y de pedagogía, aun cuando todo lo que los Lleras han hecho en y por Colombia tiene su origen en el fundador de la familia y en los principios y valores que inculcó a los suyos.Sea esta la oportunidad para recordar cómo en desarrollo de estos, y así lo narra Cordovez Mauro en sus ‘Reminiscencias de Bogotá’, la familia estuvo siempre dispuesta a honrarlos y fortalecerlos como cuando don Lorenzo se atrincheró con seis de sus hijos en el Convento de San Agustín y con otros liberales resistieron el ataque del ejército conservador del general Leonardo Canal hasta cuando Mosquera le obligó a retirarse (guerra de 1860), o cuando Luis María Lleras Triana -esposo de Rosario Codazzi y cabeza de esa rama de la familia, se marchó con dos de sus hermanos (Federico y Enrique) y dos de sus cuñados (los generales Herrera y Sarmiento) a la Costa Atlántica (guerra de 1885) donde el primero y los dos últimos perdieron la vida en la Batalla de la Humareda. O, por último, cuando mi padre, revolver en mano, tuvo a raya a los asaltantes por más de una hora el 6 de septiembre de 1952, hasta que la Policía lo obligó a escapar y procedió a quemar nuestra casa.