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La lectura ayuda a sobreaguar

En medio del caos que reina en Colombia y de tantos hechos...

4 de octubre de 2015 Por: Carlos Lleras de la Fuente

En medio del caos que reina en Colombia y de tantos hechos de los ‘malos’ e ineficacia de los ‘buenos’ (?) hay que refugiarse -para conservar la cordura- en lo que venga repitiendo de manera cansona: la lectura y la música.Hace semanas escribí sobre libros que, por fortuna, no faltan en Colombia aún cuando los colombianos poco leen, incomprensiblemente. En efecto hay libros para todos los gustos, las profesiones, los oficios, las religiones.Mencioné en aquel escrito que había iniciado la lectura del libro Hotel Florida, de la española Amanda Vaill, y anticipé que trataba en forma seria y profesional la guerra civil española (1936-1939), pero me llevé una buena sorpresa pues las casi 600 páginas si bien se refieren a ese triste episodio de la historia, no lo hacen sólo para narrar las batallas sino para seguir los acontecimientos detrás de los corresponsales de guerra y los fotógrafos que cubrieron ese vergonzoso episodio.Por lo tanto debo recomendar a los periodistas, desde los directores de medios hasta los jóvenes reporteros que ojalá lean este escrito en el cual se revive la presencia de tantas figuras de la literatura universal (Hemingway, Malraux, Dos Passos y muchos más) que políticamente esperaban la victoria de los republicanos pero que les tocó presenciar su sorprendente derrota que se selló con la rendición de Barcelona a las hordas franquistas y que fueron apresados, torturados y asesinados por cientos de miles, por los fascistas españoles e italianos y aniquilados por los permanentes bombardeos de alemanes e italianos que hicieron de esta ‘guerra civil’ un ensayo de la Segunda Guerra Mundial.Los republicanos cometieron el error de entregar parte de las decisiones de guerra a rusos y comunistas de otras nacionalidades, lo cual no les ayudó mucho en Occidente, lo mismo que los acorraló y debilitó el acuerdo entre Francia, Inglaterra y Estados Unidos de no intervenir lo que dejó el resultado final en manos de los salvajes italianos y de los nazis.Después de mi natural depresión pues mi familia era toda simpatizante de los republicanos y recibimos con los brazos abiertos a los refugiados (es de señalar que los gobiernos liberales no reconocieron a Franco), amigos ahora de muchos años: Fornaguera, Trias, González de la Calle, Fábregas y muchos más visitaron nuestra casa y -cosas de la vida- cuando estuvimos refugiados en México por cortesía de Urdaneta Arbeláez y otros godos malos, recibimos la simpatía y la amistad de la numerosa colonia española que halló refugio en ese país, incluidos aquellos refugiados que tuvieron que salir de Colombia y llegar a mejor puerto después de las persecuciones y molestias de los fascistas colombianos.Me viene a la cabeza una anécdota que es cierta y que reside en que el padre de nuestro actual Jefe (?) de Estado resolvió viajar a España para hacer parte de la brigada fascista internacional, de la cual lograron disuadirlo sus amigos y seguramente su padre; años después cuando el doctor Eduardo Santos modificó el testamento que le había preparado mi padre y alguien le recordó aquel hecho desheredó al culpable lo que causó serios traumatismos a su familia. ¡Las cosas que pasan!Debo destacar, entre los 10 o 12 libros adicionales que coparon mis últimos dos meses, el nuevo de Pérez Reverte, Hombres Buenos, que es de deliciosa lectura.Lo mismo ocurre con una magnífica novela policíaca de Fred Vargas (Más allá a la derecha) escritora francesa que no conocía pero no con la mediocre y confusa novela Chapinero de Andrés Ospina, que podría haber hecho algo mejor con el mismo título.Las Reputaciones de Juan Gabriel Vásquez y Temporal, de Tomás González, se leen con gran gusto y el magnífico compendio de Historia Colombiana de Aida Martínez Carreño, lo mismo.Desde cuando escribí esta nota y hasta la fecha, he podido leer cinco o seis libros más y entre ellos menciono y recomiendo Rusia, el cuarto volumen de la serie que comprende París, Londres y Nueva York, con los cuales Ruthefor nos ha deleitado.