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El declive de Colombia

Desgraciadamente en dos oportunidades Colombia demostró su debilidad frente a los ambiciosos...

2 de agosto de 2015 Por: Carlos Lleras de la Fuente

Desgraciadamente en dos oportunidades Colombia demostró su debilidad frente a los ambiciosos vecinos: la primera fue el retiro de todo buque de bandera colombiana de las aguas en disputa, decisión equivocada de Misael Pastrana que ha tenido pésimas consecuencias, pues parecería que hubiésemos aceptado la estúpida teoría de los ‘juristas venezolanos’, la de la costa seca que aún andan difundiendo otros ‘genios’ como Maduro, una de las figuras más primitivas, ignorantes y torpes con las cuales hemos tenido que lidiar.Retrocedamos: como consecuencia de las conversaciones con Venezuela, se conformó un grupo binacional de estudio que se reunió periódicamente en Roma y este es la verdadera semilla que luego llevó a las conversaciones López Michelsen-Pérez y al consenso de Caraballeda, que el Presidente de ese país sometió a referendo, no de los militares, como dice Alfonso López III, si no del pueblo, que votó en contra.Más adelante tuvimos otro tremendo fiasco, que creo que tuvo lugar durante el gobierno de Virgilio Barco. Ya teníamos tres fragatas suecas que fortalecieron nuestras modestas fuerzas navales del Atlántico y del Pacífico y el Presidente colombiano resolvió para los fines que se buscaban al construirlas defender nuestra soberanía en el Golfo de Venezuela. En efecto, en un acto que me recordó el poema de Pombo (Michín dijo a su mamá, voy a volverme pateta y el que conmigo se meta, en el acto morirá), la fragata zarpó de Cartagena y portadora de nuestro orgullo se paseó audaz por nuestras aguas; llegaron entonces varias fragatas venezolanas y volaron los aviones de guerra. El radar mostraba que las fragatas estaban apuntándonos y, obviamente, la idea era hacer nosotros lo mismo y crear un problema que, sin duda, hubiera llevado a una reunión cumbre.Nuestros amnésicos cronistas dicen que nuestra fragata estaba desarmada, por lo cual tuvo que retirarse vergonzosamente, pero la historia no es así. En alguna visita que hice a nuestra base naval del Pacífico, un distinguido almirante me la narró tal como fue. En efecto, con el ajetreo del zarpe se olvidaron los misiles en el muelle de la Armada en Cartagena (todo muy colombiano), con lo cual quedamos como unos cueros; yo creo que el evento fue el comienzo del final de nuestras conversaciones con Venezuela, país que, además, en esa triste ocasión movilizó también su ejército acercándose a la Guajira.¿Todavía les tenemos miedo? ¡No! Pero para ser tan enfático necesito ver el país con un líder a la cabeza, no a un fantoche que piensa que basta la visa Schengen para mostrar su talla de internacionalista y a María Ángela Holguín, que no tiene nada que hacer en Cuba y sí mucho en Colombia y lo mismo vale decir para el Presidente: deje de jugar a los soldados y avioncitos y al gran Jefe de Estado, que no lo es; los soldados son para acabar con los terroristas aquí o en Venezuela y los segundos para bombardear o ametrallar en la selva o donde los encuentren.¿El cambio de Ministro de Defensa fue para ablandar a las Farc? Si ese fue el motivo, este es un gobierno de pacotilla y no sé si Luis Carlos Villegas, por quien profeso una gran amistad, se va a prestar a ello.Un solo sabotaje más, que dañe la infraestructura o el medio ambiente, debe ser el último para que las Farc, como dijo Humberto de la Calle, lleguen a la rutinaria reunión y no encuentren a los negociadores colombianos. Para finalizar este recuento histórico quiero mencionar que la amistad de mi padre con el presidente Raúl Leoni se debía en parte a que cuando él venía a Bogotá durante su exilio, se alojaba en la casa de nuestros parientes Lleras Codazzi, descendientes del general Agustín, que hizo el levantamiento geográfico y mapístico de Venezuela y cuya hija Rosario casó con Luis María Lleras Triana, ilustre intelectual y gran amigo de Rufino José Cuervo; la correspondencia entre ambos fue publicada por el Instituto Caro y Cuervo. Lleras murió en la batalla de la Humareda, en 1885.