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Alberto Lleras y “su gente”

Habla Alberto en su libro, de deliciosa lectura, de que al recurrir...

24 de julio de 2011 Por: Carlos Lleras de la Fuente

Habla Alberto en su libro, de deliciosa lectura, de que al recurrir a las “sombras de su infancia” encuentra entre ellas a su abuelo, Lorenzo María Lleras, quien forjó su familia numerosa, férreamente a su imagen y semejanza; esta característica ha pasado de generación en generación a través de gente inteligente, ilustrada, capaz, honesta, trabajadora y psicorrígida en alto grado. Supongo que el mismo fenómeno, o parecido, puede darse en otras familias de las que he incluido dentro de lo que en mi concepto es la aristocracia intelectual de Colombia, muy distinta de la oligarquía de terratenientes y comerciantes, distinción muy clara en la Colombia del Siglo XIX y en los primeros 50 años del Siglo XX.Al hacer un comentario sobre el apellido Alá, de la esposa Josefa, de don Mateo Lleras de Acuña, abuelo de Lorenzo María, dice Alberto que le pareció “de sospechoso acento agareno entre todos los demás…, harto españoles, de cristianos viejos y bien comunes; investigó más, eso sí, el apellido Lleras, voz aragonesa que viene del latín glarea, es decir glera, cantizal o cascajo, terreno donde hay muchos cantos y guijarros, lo cual coincide con los trabajos del profesor Luis López de Mesa (‘Terreno áspero y pedregoso’ ) y agrega: “Así establecí la ascendencia catalana y aragonesa de la estirpe y confirmé su condición austera, huesuda y pedregosa”.Don Lorenzo “fue santafereño y contribuyó activamente a poblar y educar a su patria y a crear el espíritu de la sociedad de su época.Después de una apretada reseña sobre su abuelo, escribe Alberto: “No diría yo que la figura y la actividad de Lorenzo María Lleras fueron siempre simpáticas para sus contemporáneos, si se tienen en cuenta su intransigencia, tenacidad, dogmatismo y rigor. Fue político, poeta, educador, dramaturgo y periodista… estas cinco aficiones y oficios se transfirieron además a sus diez y ocho hijos y se propagaron por la vasta descendencia, con características muy semejantes a las del fundador de la familia, aunque tal vez con menos volatilidad”.Al comentar la no participación de Lorenzo María en el golpe militar de Melo, que está clarísima en las cartas que se cruzaron Lleras y Obando en la mañana siguiente a aquél, dice Lleras Camargo, en forma magnífica:“Para mí, nieto suyo, que libró con los únicos instrumentos dignos de la vida republicana, la pluma y la palabra, alguna batalla memorable contra la dictadura de otro militar asaltante del poder público, toda esa larga vida del abuelo dedicada a enseñar y a educar a las generaciones liberales del Siglo XIX, sin esa hoja suelta que circuló en el mismo día, no tendría sentido. Pocos días después, todavía odiado por los constitucionalistas que sólo veían en él al antiguo Secretario de Relaciones Exteriores de Obando, y por los socialistas que creían que los había traicionado por no acompañarlos y por denunciarlos en el día ominoso, Lleras padeció persecuciones y cárcel. Y mucha pobreza, que fue sin duda, su destino desde que decidió ser maestro”.¡Qué gran descripción del viejo Lleras!, su “formidable abuelo” como lo llamó en alguna ocasión. Quien quiera conocer la vida de ese gran liberal y demócrata del Siglo XIX y algo de sus descendientes, debería leer las primeras 100 páginas de ‘Mi Gente’, los escritos de Carlos Lleras Restrepo en el primer volumen de sus memorias, truncas también como las de Alberto y una pequeña biografía que escribió Andrés Soriano Lleras y que fue publicada por la Academia de Historia.Hace Lleras Camargo una descripción cariñosa de su padre, Felipe Lleras Triana, el único de la familia que dedicó su vida a la agricultura en haciendas arrendadas por él en la Sabana de Bogotá, que tampoco le generaron mayores ingresos por aquello de que la agricultura embrutece, ennegrece y empobrece, de conformidad con el viejo dicho bogotano, en buena parte injusto.