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Zanele Muholi

Su obra es la que más me ha impactado entre todas las expuestas actualmente en la Bienal de Venecia. Sé que es arriesgado decirlo porque esta artista sudafricana es solo una más entre los centenares de...

11 de julio de 2019 Por: Carlos Jiménez

Su obra es la que más me ha impactado entre todas las expuestas actualmente en la Bienal de Venecia. Sé que es arriesgado decirlo porque esta artista sudafricana es solo una más entre los centenares de artistas de 80 países que ahora exponen lo mejor de sus trabajos en el que sigue siendo el evento internacional de arte contemporáneo más importante del mundo. Y en el que como es habitual falta Colombia, tan provinciana y tan convencida de ser el ombligo del mundo.

Pero ni las cifras mareantes de artistas ni la notable calidad de la mayoría de las obras expuestas, consiguen sin embargo arrebatarle a Muholi la primacía. Sus fotografías en blanco y negro, alto contraste y gran formato, intercaladas sabiamente a lo largo de las enormes salas de la vetusta arquitectura del Arsenal, no admiten competencia. Son poderosas, impactantes y muy cargadas de sentido.

Todas y cada una de ellas son retratos de lesbianas sudafricanas, negras como lo es ella misma. Y que en su país siguen sufriendo la discriminación y el marginamiento que antes eran ley incuestionable. La abolición del régimen del Apartheid -conseguido gracias a las tenaces luchas del pueblo negro y a la extraordinaria sabiduría política de Nelson Mandela- ha dado frutos muy notables. Pero aún así sobrevive un racismo residual que, aparte de demostrar cuánto tardan en calar en la conciencia del común los cambios revolucionarios, afecta sobre todo a los colectivos Lgbti y con especial énfasis a las lesbianas negras. Ellas continúan siendo discriminadas, incluso por aquellos que hasta hace bien poco eran los objetivos prioritarios de la discriminación racial.

De allí la fuerza y la contundencia de los retratos hechos por Muholi. Su tamaño heroico y la intensidad del contraste entre el blanco y el negro son expresión del empeño y la impresionante fuerza de voluntad desplegada por ella para lograr su propósito de hacer visible lo invisible.  Estos retratos, que no dejan en paz a nadie que se plante delante de ellos, traen a la luz a unas mujeres despreciadas y humilladas por el solo hecho de amar a otras mujeres.

Pero no se crea que todo es obra suya. También las retratadas se han esforzado para romper el ignominioso confinamiento al que están condenadas. La mirada altiva a la cámara, la pose tan desafiante como sus adornos proclaman a los cuatro vientos que son negras y lesbianas y que se sienten muy orgullosas de serlo.

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