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Wilson Díaz

A mí, sin embargo, no me sorprende porque bien sé que si Díaz ha llegado a interesarse por el mercado es porque le interesan desde siempre las múltiples y heterogéneas manifestaciones de la imaginación popular, entre ellas la imagen publicitaria.

30 de septiembre de 2021 Por: Carlos Jiménez

La espléndida exposición de Wilson Díaz en el Museo La Tertulia redondea su larga indagación sobre el estado de nuestro imaginario. Su título, Gusto y conflicto. Motivos para coleccionar, se corresponde bien con la más reciente etapa de la misma porque apunta directamente a las pinturas expuestas en la primera sala de la exposición que representan escenas de las muchas y polémicas performances que ha hecho durante su dilatada carrera y de las que no quedaba más constancia que las fotos o algún video.

Materiales poco coleccionables, en realidad. Al contrario de los cuadros que sí lo son y más aún si son figurativos, están bien pintados y son de pequeño formato, como son los que ahora ha pintado Wilson Díaz para dar fe de la realización de sus performances. Y para competir con éxito con la documentación fotográfica o video gráfica de las mismas. Esta decisión suya contraría la lógica del ‘aquí y ahora’ de la performance, su consagración al momento irrepetible, e igualmente a quienes defendiendo una concepción sublime del arte ven con malos ojos a los aristas que se interesan en el mercado y se preocupan por las posibilidades de vender sus obras.

A mí, sin embargo, no me sorprende porque bien sé que si Díaz ha llegado a interesarse por el mercado es porque le interesan desde siempre las múltiples y heterogéneas manifestaciones de la imaginación popular, entre ellas la imagen publicitaria.

El hecho de que en otra de las salas haya compuesto un mural con carátulas de discos es revelador. Porque los diseñadores de muchas de esas carátulas son artistas populares, como lo son los que pintan murales en bares, restaurantes y discotecas careciendo de formación académica y por lo tanto de sujeción a los modelos estéticos consagrados por la misma.

Wilson Díaz no solo tiene dicha formación, sino que ha ganado el reconocimiento del mundo del arte articulado con la academia no por sujeción a sus modelos sino por su pasión por la proteiforme imaginación popular y por poner en práctica en su obra una estética en diálogo o consonancia con dicha imaginación. Por las mismas razones él se ocupa de las fotos de prensa, que tanto contribuyen al moldear el imaginario colectivo, de las que se apropia tanto para poner en evidencia cómo han girado en torno a la guerra contra la coca o el conflicto armado. Y cómo han ofrecido su propia versión del mundo del arte oficial y de su relación con la política.

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