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Vuelve la esclavitud

El año termina mal. Cargado de malas noticias. La más reciente, la del atentado terrorista en una mezquita en Egipto.

14 de diciembre de 2017 Por: Carlos Jiménez

El año termina mal. Cargado de malas noticias. La más reciente, la del atentado terrorista en una mezquita en Egipto. Los terroristas, instigados y armados en su día por USA e Israel, han matado esta vez a 350 personas, mujeres y niños incluidos. Pretenden liquidar cualquier posibilidad de que en el Medio Oriente haya lugar para la ciudadanía. Quieren solo estados fundados en la etnia y la religión. Como Israel o Irán. Para a mí sin embargo, la peor noticia, entre tantas malas, es la del regreso de la esclavitud a Libia.

Macula oprobiosa que ofende sobre todo a todos los que una manera u otra descendemos de esclavos africanos. Y no queremos seguir negándolo. A los otros, los que todavía piensan que descienden de la pata del caballo del Mío Cid, que se queden en la fantasía con la que demandan, con éxito afortunadamente menguante, la concesión de altos cargos muy bien pagados en Bogotá.

Como me dijo alguna vez Carlos Alfredo Cabal, un vástago de esta casta, y una de las víctimas inocentes de treintena de muertes causadas por uno de los serial killers colombianos forjados por la máquina de matar sin contemplaciones que es el Pentágono y sus guerras interminables: “Cuando se acabaron las minas, nos quedaron las nóminas”. Cuando a los paisas se les agotaron las minas de oro se dedicaron a la industria y al comercio. Y así les va. Nosotros, en cambio, nos quedamos en los privilegios heredados como si fueran para siempre y en buscarnos la vida. Como sea. Y así nos va.

Pero volvamos a la esclavitud que, reinstaurada en Libia, fue por obra y gracia de las agencias de noticias, uno de esos escándalos mayúsculos que sacuden puntualmente a la opinión pública mundial. Y cuya sola existencia demuestra hasta qué punto hicieron mal Francia y los Estados Unidos de América apoyando con armas, asesores y dinero a una oposición que lo único que quería era destruir a Libia. Y convertir cada rincón del país en un feudo privado. A los negros les iba mucho mejor con la peculiar república asamblearia encabezada por Gadafi. Él los invito a su país para que fueran mano de obra bien tratada de sus extraordinarios proyectos de desarrollo económico y social. Con unas reservas excepcionales de petróleo y de gas, Gadafi puso en marcha planes como el aprovechamiento del mar de agua dulce oculto bajo de las arenas del desierto o de la energía solar. Hoy, quienes lo mataron, los esclavizan.

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