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Un mal arreglo

En las dos últimas semanas se han producido unas cuantas noticias que...

17 de septiembre de 2010 Por: Carlos Jiménez

En las dos últimas semanas se han producido unas cuantas noticias que me han hecho recordar que para la sabiduría popular ‘es mejor un mal arreglo que un buen pleito’. El pleito, es el pleito por antonomasia, el maldito, el insufrible ‘conflicto interno’, que este mismo año cumple la friolera de 46 de existencia y al que desde el 2008 dábamos por definitivamente resuelto -o casi- y que ahora resulta que sigue vivito y coleando. Tanto que Rodrigo Rivera -el flamante ministro de Defensa del Gobierno de Santos- ha advertido en declaraciones públicas motivadas por los más recientes ataques guerrilleros, que “el triunfalismo no es bueno“. Y ha anunciado que, ante este inesperado resurgir de la actividad guerrillera, hay que elaborar un nuevo plan estratégico capaz de responder con eficacia al desafío que suponen los cambios introducidos en la táctica y en las formas de operar por la dirigencia guerrillera. Cambios que, por lo demás, son analizados por León Valencia, en una columna suya en El Tiempo, titulada escuetamente “Qué muestra la campaña militar guerrillera”. O sea que le dimos durante ocho años carta blanca al presidente Uribe para que con su celebrada ‘mano dura’ acabara de una buena vez con la guerrilla y lo que nos queda como balance definitivo es una guerrilla todavía activa, y un montón de procesos judiciales abiertos en contra de líderes políticos y funcionarios uribistas que se aprovecharon de la carta blanca para hacer cosas que a todos nos avergüenzan, menos a ellos, que con todo el descaro del mundo buscan refugio en las embajadas y los consulados que pagamos entre todos. Pero el balance es todavía peor si tomamos en cuenta el artículo de Diego Otero Prada, “Conflictos, drogas y paz”, que muestra que en los ocho años del gobierno de Uribe nos gastamos ¡cien mil millones de dólares! en financiar nuestro ‘conflicto de baja intensidad’ y duración infinita. Un gasto que supone cerca del 5% de nuestro PIB -un porcentaje cercano al de Israel o de Arabia Saudita, pero muy lejos del de Brasil o de Venezuela que apenas gastan un 1.5 % de su respectivo PIB. Y que bien habría servido para atacar seriamente las raíces estructurales del conflicto en el campo. Ante estas abrumadoras evidencias, yo le ruego al presidente que antes de elaborar una ‘nueva’ estrategia militar piense sino es mejor un mal arreglo que un buen pleito. Sobre todo teniendo en cuenta que el pleito está yendo muy mal.

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