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Símbolos del racismo

Confieso que hasta hace unos días no tenía ni la más remota idea de que existiera Charlotesville y que si ahora lo sé, como seguramente lo saben todos mis lectores, es por causa de los violentos disturbios que se saldaron con la muerte de una joven.

24 de agosto de 2017 Por: Carlos Jiménez

Confieso que hasta hace unos días no tenía ni la más remota idea de que existiera Charlotesville y que si ahora lo sé, como seguramente lo saben todos mis lectores, es por causa de los violentos disturbios que se saldaron con la muerte de una joven. Disturbios que también nos permitieron enterarnos de la apertura de un nuevo frente en las encarnizadas luchas por el poder que se libran actualmente en los Estados Unidos de América: el de los símbolos de la Confederación.

En Charlottesville, como en tantas otras ciudades de ese país, existe una estatua del general Robert E. Lee, el comandante de los ejércitos del Sur durante la Guerra Civil Americana. Y a nadie parecía importarle mucho. Pero de un tiempo a esta parte los adversarios del racismo están exigiendo que esa estatua, como todas las otras que celebran a los héroes de la Confederación, sean derribadas. Les resulta inadmisible que sigan en pie los homenajes a los líderes de un régimen esclavista, cuya intolerable herencia prolonga el racismo todavía imperante en muchos segmentos de la sociedad americana. Y al que parece haberle hecho escasa mella la elección de Obama como el primer presidente afro en toda la historia de esa Nación.

Según estadísticas oficiales en el último año de su gobierno, la Policía dio muerte a un ciudadano afroamericano cada día de ese mismo año. La exigencia de retirar las estatuas y otros símbolos de la Confederación irritó a los racistas en todo el país. Y desde luego a los que organizaron hace un par de semanas la manifestación en defensa de sus símbolos de Charlottesville. Y a la que salió al paso una contramanifestación sobre la que un supremacista blanco se lanzó con su camioneta, matando a una joven indefensa. Ellos argumentan que el General Lee hace parte de la Historia con el mismo derecho que el General Ulises Grant, comandante de los nordistas. E incluso que George Washington o Thomas Jefferson. Y hasta tendrían razón si consideramos que buena parte de los firmantes de la declaración de independencia que afirma “como una verdad evidente que todos los hombres nacen y permanecen libres”, eran propietarios de esclavos. Solo que la Historia no pasa en vano y a 150 años de la abolición de la esclavitud por Abraham Lincoln los racistas podrán seguir existiendo pero jamás podrán tener la razón.

Y menos imponer que sigan en pie las estatuas de quienes defendieron a muerte la esclavitud.

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