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¡Se rueda!

Ya sé que esta fórmula es de uso exclusivo de los directores...

8 de abril de 2016 Por: Carlos Jiménez

Ya sé que esta fórmula es de uso exclusivo de los directores de cine en pleno rodaje, pero si la utilizo para encabezar esta columna dedicada al pintor José Horacio Martínez, es porque lo que él está haciendo en estos mismos momentos en el Museo de la Tertulia, es tan motion is emotion, que más que pictórico parece cinematográfico. Lo es desde el título mismo de lo que lleva semanas pintando como un empecinado poseso: Tratado de la insurrección de la pintura. El tercer lado del espejo. Título que al enigma del ‘tercer’ lado del espejo -que habría encantado al mismísimo Lewis Carroll y desde luego a Tim Burton- suma la invitación a una auténtica ‘insurrección’ de la pintura. Y nada más cinematográfico que una insurrección, tanto que podría decirse sin exagerar demasiado, que el cine nació para dar cuenta de esa formidable innovación del arte de la guerra que es la insurrección. A la que la pintura de batallas  e incluso la fotografía le quedaron pequeñas. Tranquilidad. Las violencias que seducen a José Horacio son incruentas, exclusivamente simbólicas si se quiere y son las que desencadenan, según sus propias palabras, “una extensión de la experiencia pictórica más allá de  cómo ha sido entendida durante mucho tiempo. Siento que esas limitaciones y constricciones a las que me he sometido son algo obsoleto. Ampliar esa idea que se tiene de la ‘pintura’ me resulta clave”.  Él que tiene tras de sí 30 años de pintor/pintor, se dio hace dos años a la tarea de romper esas restricciones en el puerto de la Ciudad de Panamá, donde propuso y logró que un grupo de artistas panameños y colombo panameños pintaran en las barcas que suelen atracar allí. Ese fue su primer intento de desbordar los marcos en los que suele estar encorseta la pintura por más dinámica que sea o ilusoriamente se pretenda. El segundo es que el ahora está realizando en La Tertulia, en la sala Maritza Uribe para más señas, cuyas paredes recubrió enteramente de grafito para después pintar sobre ellas con la decisión, la entrega  y la energía de un poseso, como ya lo dije. Son pinturas de manchas en movimiento, de manchas que se entrecruzan y  superponen,  que crecen y se expanden, que trepan por los muros o que amenazan con caer al suelo. Manchas como nubes, como enjambres o como amebas desaforadas de otros planetas. O como auroras boreales iluminadas por soles de remotas galaxias. Háganse un favor: vayan el 12 a verlas.

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